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El censor de libros

Vivimos en un país de tanta abundancia que ignoramos que a los libros también les da sed, y exigen su derecho a ser leídos; nos exigen que seamos agua para que ambos crezcamos.

hace 1 hora
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  • El censor de libros

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Yo creo que nosotros, en esta sociedad democrática que por fortuna aún tenemos, damos por hecha la existencia de los libros. Creemos que siempre estarán ahí, dispuestos para ser leídos en cualquier momento, así tantas veces, y para muchos, esos momentos nunca lleguen. Pero en países con gobiernos autoritarios y adoctrinadores, leer todo lo que un ciudadano quisiera leer no es tan fácil, es sospechoso, es limitado, ¡está prohibido! A esos lugares les encanta hacer creer que pensar no le viene bien a un ser humano, que lo mejor siempre será dejárselo a las autoridades, que otros decidan por ti lo que está bien y lo que está mal.

Creo que a veces no alcanzamos a imaginar que algunas personas deben hacer un esfuerzo enorme para leer al escondido una página o dos, creo que algunos no tenemos ni idea del valor que puede tener la imaginación y lo peligroso que es para ciertos sistemas. Porque muchas veces el País de las Maravillas puede ser la República del Hermano Mayor.

Esto es lo que narra la escritora nacida en Kuwait, Bothayna Al-Essa, en una novela que es un grito contra la censura política, religiosa, académica e imaginativa en su novela “La biblioteca del censor de libros”, que el año pasado fue finalista en el prestigioso National Book Award de Estados Unidos.

“Cuando el censor de libros se despertó una mañana, lleno de palabras de otros, se encontró convertido en lector”. Desde hacía mucho no leía un inicio de un libro tan evocador para quienes, no sé si tarde o justo a tiempo, empezamos a sentir la dicha que es irnos llenando de palabras de otros mientras ensanchamos nuestra imaginación para proponer otras conversas en un país como el nuestro, que, a pesar de no tener una censura evidente, sí pareciera que le interesa proponer los mismos temas, los mismos ídolos, las mismas maneras de ver la vida.

Esta novela corta, (que como una buena novela sobre libros, le rinde un homenaje a otros libros que hoy en varios países prohíben), pone al protagonista, el censor de libros, en unos dilemas que conmueven. ¿Cómo será conocer a otro lector? ¿Por qué se publican cientos de libros que quieren enseñarle a la gente cómo tener éxito, ganar dinero y ser feliz? ¿Libros aptos para circular, colocados en los estantes con plena autorización de la ley?

A veces la cura para ciertos males es más sencilla de lo que creemos. Tal vez uno puede ayudar a adaptarse a una realidad sin imaginación utilizando la imaginación. Nosotros, que por fortuna aún no vivimos en un sistema donde atrapar a alguien leyendo puede ser algo gravísimo, nos cuesta imaginar cómo será querer leer algo y no poder hacerlo. Vivimos en un país de tanta abundancia que ignoramos que a los libros también les da sed, y exigen su derecho a ser leídos; nos exigen que seamos agua para que ambos crezcamos. Los lectores, como especie, están casi extintos, dice un personaje del libro. Yo me niego a creer que eso sea cierto en este país donde supuestamente aún existe la palabra libertad.

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