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Recientemente volví a leer El barón rampante en un club de lectura... Me impresionó lo mucho que tiene para decirnos. Qué obra más vigente, más moderna, más necesaria en tiempos mezquinos, donde los ideales tambalean.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
Si hay un libro que vale la pena leer varias veces es “El barón rampante” de Italo Calvino. Recientemente lo volví a leer en un club de lectura y, una vez más, me impresionó lo mucho que tiene para decirnos. Qué obra más vigente, más moderna, más necesaria en tiempos mezquinos, donde los ideales tambalean, o son tan escasos, y donde la naturaleza sufre en este noble planeta. Cósimo Piovasco de Rondó, después de un altercado de mesa con su padre, decide treparse a una encina, elige una gruesa rama y se pone cómodo con el tricornio calado sobre la frente.
Sus familiares piensan que es un capricho, una pataleta, que pronto se le pasará y volverá a bajar a la tierra para seguir haciendo una vida común y corriente; pero no es así, poco a poco todos aceptan que detrás de esto hay una convicción que trazará el destino del joven aspirante a barón, quien empezará a ver el mundo desde los árboles. Todo visto desde allá arriba es distinto, Cósimo descubre que puede pasar del olmo, al algarrobo, a una morera y recorrer suspendido su jardín, comprenderá que al ser las plantas tan espesas puede, pasando de una rama a otra, desplazarse muchas millas sin necesidad de bajar nunca.
Cósimo se vuelve un solitario que no evita a la gente, al contrario, ayuda, cuida, asocia, descubre que así el hombre se hace más fuerte y pone de relieve las mejores dotes de cada persona, las asociaciones dan una satisfacción que raramente se consigue permaneciendo por cuenta propia. De esta forma, se pueden defender los bosques de los incendios y los malos usos. Crea sistemas hidráulicos, se hace más amigo y defensor de los pájaros.
Pero en esta novela no sólo hay árboles y un profundo amor por la naturaleza, también está el deseo de la libertad, de no abusar del poder, también hay amor, o la ilusión del amor, hay respeto por el conocimiento, que se puede sentir cuando un ladrón como Gian dei Brughi, el más temido de todos, descubre verdaderamente lo que es una pasión y cambia de vida por los libros.
¿En serio la lectura puede hacer esto? Hasta el mismo Cósimo, incitado por el entusiasmo de su amigo, y como un homenaje a él, decide hacer bibliotecas en los árboles, pero los cambia constantemente de sitio porque “consideraba los libros un poco como pájaros, y no quería verlos quietos o enjaulados, de lo contrario decía que entristecían”.
Un libro así nos muestra una forma bella y digna de vivir. Una vida con propósito, con convicción, por algo, el mismo Voltaire de la novela quedó sorprendido al enterarse de la filosofía de vida de Cósimo: “quien quiere mirar bien la tierra debe mantenerse a la distancia necesaria”.
Miro por mi ventana y trato de imaginar a Cósimo, ¿qué pensará él de Medellín con estos enormes baches de árboles que tenemos?, vaya que sí nos vendría bien volver a repasar los valores de nuestro querido ‘barón rampante’.