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Antonio Skármeta

Esta semana murió Antonio Skármeta y estas palabras apenas son una provocación para que su obra siga viva entre nosotros.

18 de octubre de 2024
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  • Antonio Skármeta

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

La primera vez que vi y escuché al escritor chileno, Antonio Skármeta, fue en un programa que presentaban en People+Arts hace muchos años, se llamaba “La torre de papel”. Skármeta, con esos ojos chiquitos y una voz dulce hablaba de libros y autores con una pasión que a mí me provocaba seguir leyendo todo lo que él mencionaba cuando se terminaba el programa para que la semana no se me hiciera muy larga.

La segunda vez que me encontré con Antonio Skármeta fue cuando leí “El cartero de Neruda”, quedé atrapado en esa historia sencilla que le rinde un homenaje a Pablo Neruda pero que, la verdad, es un homenaje a la poesía y a los poetas cotidianos, representados en ese cartero impertinente y leal llamado Mario Jiménez. Todos los días, Mario atraviesa Isla Negra en su bicicleta marca Legnano para llevarle los kilos de correspondencia que recibe el poeta.

Con el primer sueldo ganado, Mario se compra la edición de Losada de las “Odas elementales”, su intención, en un primer momento, era que el vate alguna vez le abriera la puerta de buen humor para entregarle la correspondencia y agenciarse después un autógrafo que le serviría para presumir ante las hipotéticas pero bellísimas mujeres que algún día conocería en Santiago de Chile, donde iría a parar su segundo sueldo. Como suele ocurrir en asuntos de libros, de tanto cargar uno, pues Mario, que no leía nada, terminó leyéndolo, y una mañana de sol invernal también llegó la firma, un genérico y frío “cordialmente, Pablo Neruda”.

Ante semejante firma, Mario se propone trabar algún tipo de relación con el poeta, que le permita algún día ser alhajado con una dedicatoria que al menos sea escrita con la mera tinta verde que hizo tan famoso a Neruda. Y lo que se viene en el resto de la novela, que se lee de un suspiro, es una clase de poesía, una de esas que, como mencioné al principio, está hecha de espontaneidad, no de artilugios y palabras rebuscadas. Tanto es así que el mismo Mario se cuestiona si es mejor ser cartero o poeta, “si fuera poeta podría decir lo que quiero”. “Si quieres ser poeta, empieza por caminar”, le recomienda Neruda. Y así empieza esta relación de amistad, de complicidad y enseñanza, y luego, como no, llega el amor, el amor de Mario por una tal Beatriz, y llegan también las suegras, que son las instituciones más temidas para la seducción, el complejo panorama político que vivió Chile con la llegada de la dictadura y tantas cosas que en esta novela se leen con goce y nostalgia.

¿Y por qué nostalgia? Porque justo esta semana murió Antonio Skármeta y estas palabras apenas son una provocación para que su obra siga viva entre nosotros, muy especialmente entre aquellos que no la han leído; ojalá esos no lectores propicien este encuentro, consientan que las palabras escritas por el hombre de Antofagasta se deshagan en la boca.

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