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Colombia ha tenido presidentes de gran cultura humanística y a gramáticos respetados en el mundo hispanohablante. Al final resultaban malísimos gobernantes, pero por lo menos sabían hablar, escribir, redactar discursos impecables y mandar notas escritas a mano con artística caligrafía y sin un solo error de ortografía. Nuestros gobernantes de hoy, sea el presidente tuitero, o el burgomaestre presuntuoso que se llena los bolsillos mientras escribe trinos con horrores ortográficos, no distinguen las palabras homófonas que nos enseñaron en la escuela (acerbo no es lo mismo que acervo; vaya o valla; bate o vate). Tampoco distinguen entre infringir (la ley, al robar, por ejemplo) e infligir (un detrimento patrimonial a la saqueada Alcaldía, verbigracia).
Se le atribuye a don Pepe Sierra haberle contestado, molesto, al escribiente de una humilde notaría que lo corrigió cuando el terrateniente le entregó un papel para la venta de una “acienda”. “Es con hache, don Pepe”. Éste ripostó: “Pues yo tengo muchas aciendas sin hache, ¿cuántas tiene usted con hache?”. Eso dirá el alcaldito milmillonario: ¿Para qué necesito saber ortografía – él escribiría horto grafía – si ya tengo harta plata para financiar mi campaña presidencial en el 2026?
Tampoco saben de historia, ni de geografía. Las extensas respuestas del señor presidente, cuando se anima a dar alguna entrevista ante periodistas a menudo temerosos, se retrotraen a épocas precolombinas y, como historiador, no da pie con bola. Miente, confunde, manipula, inventa y desajusta los hechos como fichas según la “narrativa” que quiere imponer.
Y hablando de otra cosa: si el Gobierno Nacional inicia ya sus negociaciones con las bandas criminales que azotan la ciudad, ¿quiénes van a ser sus delegados en la mesa oficial para tratar con la banda que ha saqueado al Municipio y a sus empresas públicas, más ahora que dicen que hay que hacerles un ajustico de $330 mil millones porque lo que se han llevado hasta ahora no les alcanza?
