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En pocos días las secciones internacionales de los medios se llenarán de información sobre Alemania. El gigante europeo irá a las urnas el 23 de febrero tras meses de vértigo en su democracia, con una economía en crisis y un gobierno que perdió el apoyo de importantes partidos aliados y de buena parte de la ciudadanía. El canciller socialdemócrata Olaf Scholz llamó a votaciones federales adelantadas tras la imposibilidad de conservar la coalición partidista que lo mantenía en el poder y todos los sondeos dan favorito al candidato Friedrich Merz, de la Unión Cristiano Demócrata (UCD).
Lo que decidan las urnas alemanas tendrá un impacto en la recomposición del mapa político europeo. Si bien los conservadores de la UCD -al que pertenecen ex cancilleres de la talla de Angela Merkel, Helmut Kohl o Konrad Adenauer- parecen firmes en su camino al poder, en los últimos meses el ascenso de la colectividad de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) (que hoy es segundo en los sondeos, aunque sin posibilidades de lograr coalición para gobernar) enseña la consolidación de un discurso radical que, particularmente en Alemania, se creía desechado. Con el apoyo decidido de Elon Musk -el mismo del saludo nazi- que participa remotamente en sus mítines y utiliza X para pedir el voto por el programa extremo, la AfD amplió su discurso de tintes racistas y xenófobos.
El parón económico y el sentimiento de una migración desbordada se convirtieron en los temas esenciales de esta campaña y algunos de los partidos juegan a ofrecer propuestas cada vez más radicales. La AfD, por ejemplo, insiste en que aquellos que piden asilo deberían regresar a sus países de origen en lo que denomina un proceso de “remigración”. En sus reuniones, incluso, repartieron volantes que simulan tiquetes de deportación para que sean entregados a los migrantes. Varios extranjeros denunciaron que han encontrado los falsos tiquetes en sus buzones de correo.
Un porcentaje mayoritario de alemanes tiembla ante las similitudes de este ambiente político con el que su nación vivió en la primera mitad del siglo pasado e insisten en hacerle un “cordón sanitario” a la extrema derecha. Aislar sus propuestas y evitar acuerdos con sus líderes.
Se ha popularizado la protesta de Albrecht Weinberg, de 99 años, sobreviviente de Auschwitz, quien se mostró aterrado ante la idea de que los conservadores pudieran llegar a un entendimiento con la AfD para impulsar paquetes legislativos. A esa gente la das la mano y te toman todo el brazo, dijo, e insistió en que devolverá al gobierno las distinciones al mérito que le otorgaron por su labor educativa acerca de la pesadilla nazi.
Los últimos días Alemania ha visto unas protestas masivas que le dan la razón a Weinberg. Las pancartas gritan que no se le debe otorgar ni un voto a los radicalismos que, con otros colores y en otras épocas, ensombrecieron de horror esas mismas tierras.
