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Medellín, ciudad jardinera

Es el proceso el que da valor al resultado, el que genera orgullo y esperanza en el futuro; de lo contrario, daría lo mismo tener flores de plástico.

hace 4 horas
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  • Medellín, ciudad jardinera

Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho

Es fascinante leer sobre la historia del universo o de la humanidad: nos muestra el encadenamiento de sucesos que nos trajeron a este momento, los largos caminos recorridos hasta hoy.

Es esclarecedor estudiar la historia del país: permite comprender la construcción colectiva, identificar el origen de muchas de nuestras angustias y también reconocer el avance significativo, más allá de los errores persistentes y los malos momentos.

Es gratificante ver crecer las plantas, comparar fotografías con diez años de intervalo y asombrarse al ver cuánto crece un árbol. Sucede igual en la noble actividad de la jardinería: nos demuestra el valor de la paciencia y el cuidado; nos recuerda que los procesos toman tiempo, atención, conocimiento y fe.

Es encantador escuchar historias de enamorados: esa descripción de los hechos, los detalles, azares, renuncias, desencuentros e insistencias que dieron lugar a un amor. Pone en evidencia la importancia de la espera, el trabajo y la dedicación que requiere hacer germinar una relación.

El mundo moderno, con sus afanes, nos hace olvidar a menudo que somos procesos, que nada se da por generación espontánea. Estamos inmersos en la lógica de la inmediatez, del doble clic, del scroll, en un deslizar incesante, de lo que se usa y se tira. Nos desesperamos si la página no carga o si el semáforo tarda, nos aburrimos si nuestro mensaje no recibe una respuesta veloz o si el amor no es “a primera vista”, nos quejamos si la política pública no surte efecto inmediato. No sabemos esperar.

La historia de nuestra ciudad es también una historia de procesos. Desde la legendaria colonización antioqueña, pasando por la urbanización y la industrialización e incluso por la degradación ética que causó el narcotráfico y llegando a la internacionalización; todos son procesos. Durante un siglo, progresivamente, vimos el fortalecimiento del sector público, la participación constructiva del empresariado local, la resistencia solidaria de la sociedad civil.

Al conocer los caminos que recorrimos podemos ver la ruta que hemos construido, los esfuerzos requeridos y los protagonistas de tal obra; y luego comprender mejor el resultado.

Medellín, la ciudad de las flores, debe recordar que las flores no nacen grandes, bellas, cortadas, empacadas y listas para mostrar y vender; debe detenerse a mirar y comprender el proceso. Detrás de cada flor hubo unas semillas, un terreno adecuado, un cuidado permanente y una sabiduría acumulada; también hubo percances y pérdidas, errores y correcciones. Es el proceso el que da valor al resultado, el que genera orgullo y esperanza en el futuro; de lo contrario, daría lo mismo tener flores de plástico. Y no queremos que la nuestra sea una ciudad de flores artificiales.

Medellín debe ser una ciudad cultivadora y cuidadora, una sociedad paciente y constante, una alumna juiciosa y dedicada, una trabajadora enamorada del proceso, que sabe esperar y disfrutar los avances del retoño sin perder de vista la flor. Muchas veces se ha hablado de Medellín como ciudad jardín; yo pienso que debe aspirar a ser una ciudad jardinera.

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