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La reciente revelación del emblemático informe sobre la historia del linchamiento en los Estados Unidos es una bienvenida contribución a la lucha por la memoria colectiva americana. Pocos grupos han sufrido más maltrato, abuso y asesinato sistemáticos que los afroamericanos, quienes son el enfoque del informe.
Sin embargo una dimensión de la violencia de masa que con frecuencia es subestimada es que los linchadores se enfocaron también hacia muchas otras minorías raciales y étnicas en los Estados Unidos, incluyendo a indios americanos, italianos, chinos y especialmente, mexicanos.
Los americanos en gran parte no saben que los mexicanos con frecuencia fueron el blanco de grupos linchadores, desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, segundos solo ante los afroamericanos en escala y alcance de los crímenes. Un caso, en gran parte omitido o ignorado por periodistas americanos pero no por el gobierno mexicano, fue el de siete pastores mexicanos ahorcados por justicieros blancos cerca de Corpus Christi (Tejas), a finales de noviembre de 1873. La masa probablemente estaba tratando de intimidar a los patrones de los pastores para que vendieran sus tierras. Ninguno de los asesinos fue arrestado.
De 1848 a 1928, las masas asesinaron a miles de mexicanos, aunque registros sobrevivientes nos permiten documentar solo unos 547 casos.
Algunos de estos casos sí aparecieron en recuentos de la prensa, cuando los reporteros los presentaron como espectáculos públicos violentos, como lo hicieron con muchos de los linchamientos de afroamericanos en el Sur.
Dichos episodios no se limitaron al turbulento período de la fiebre de oro. Más de medio siglo después, el 3 de noviembre de 1910, una masa removió a un obrero mexicano de 20 años, Antonio Rodríguez, de una cárcel en Rock Springs, Tejas. Las autoridades lo habían arrestado por el cargo de asesinato de la esposa de un ganadero. Líderes de la masa lo ataron a un árbol de mezquite, lo empaparon con queroseno y lo quemaron vivo.
Aunque había similitudes entre los linchamientos de negros y mexicanos, también hay claras diferencias. Una es que autoridades locales y ciudadanos encargados jugaron un papel particularmente conspicuo en la violencia de masa contra los mexicanos.
El 28 de enero de 1918, una banda de Rangers de Texas llegó al pueblo de Porvenir en el Condado Presidio, Tejas. Bandidos mexicanos recientemente habían atacado una finca cercana y la pandilla supuso que los locales estaban actuando como espías e informantes para los atacantes mexicanos al otro lado de la frontera. El grupo reunió a dos docenas de hombres, requisó sus casas y llevó a 15 de ellos a un despeñadero cercano al pueblo y los ejecutó. La Masacre de Porvenir, como es conocida, fue el evento culminante en lo que los mexicano-americanos recuerdan como la Hora de Sangre.
Entre 1915 y 1918 los justicieros, autoridades locales y los Rangers de Texas ejecutaron, sin debido proceso, a miles de mexicanos por su supuesto papel en la revuelta revolucionaria conocida como el Plan de San Diego. Los temores blancos a la violencia revolucionaria mexicana explotaron en julio y agosto de 1915, después de que los invasores mexicanos cometieron una serie de asaltos contra la infraestructura económica del bajo Valle de Río Grande como resistencia a la dominación blanca.
Aunque seguramente hay instancias en la historia del sur americano cuando las autoridades confabularon con las acciones de la masa, el nivel de compromiso por parte de autoridades locales y estatales en reacción al Plan de San Diego fue increíble. Los linchamientos continuaron hasta la década de 1920 y eventualmente decayeron por la presión por parte del gobierno mexicano.
Con frecuencia los historiadores le han atribuido distinciones al sur que lo han separado del resto de los Estados Unidos. Al hacerlo, han creado la impresión de ser una región particularmente inculta, plagada por niveles de violencia racial sin igual. La historia de la violencia de masa contra los mexicanos en el suroeste nos motiva a reflexionar sobre la historia del linchamiento.
Los negros del sur fueron el grupo atacado con más frecuencia, pero comparar las historias del sur y del oeste fortalece nuestra comprensión de la violencia de masa en ambos. Durante el cargado debate actual sobre política de inmigración y el crecimiento de la población latina, la historia de la violencia antimexicanos nos recuerda los costos y las consecuencias del odio.