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Columnistas | PUBLICADO EL 25 enero 2021

Con el poder del ejemplo

Por juan josé garcía posadajuanjogp@une.net.co

Lo esencial del discurso del nuevo Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, es la expresión del propósito de marcarle tono ético a la política y a la acción gubernamental. La frase más significativa es la que señala que su nación debe caracterizarse ante el mundo no por el ejemplo del poder sino por el poder del ejemplo. Es un sapiente juego de palabras que encierra un serio contenido axiológico. Si gobernar es educar, trazar orientaciones que dirijan hacia fines vinculados con la búsqueda del bien común, no es la cruda demostración del poderío, de la razón de la fuerza, sino del testimonio de la convicción filosófica de pensar y obrar con el ejemplo de que se está en capacidad de garantizar la primacía de la fuerza de la razón.

El gobernante saliente, Donald Trump, puede que haya logrado buenos resultados económicos y sociales. ¿Pero a qué precio? ¿Cuál fue el ejemplo a lo largo de cuatro años de crispación de un individuo dotado de capacidad escandalosa de saltarse los límites de la sensatez para protagonizar un espectáculo de ordinariez como el que va a distinguirlo en definitiva? Algunos comentaristas han resaltado su estilo distinto de estadista. Valiente estadista, que no dio muestras de poseer una filosofía de la política, una metodología ajustada a principios y procedimientos democráticos y una capacidad suficiente para valorar lo cualitativo a la hora de ponderar logros y avances en el mando.

Una clara demostración del nuevo espíritu representado por Biden está en la referencia al santo y pensador político Agustín de Hipona. La ciudad de Dios constituye obra fundamental del pensamiento político desde el Medioevo. Lo que pensaba y sostenía sobre la condición perversa de los peores exponentes de la maldad en la clase política se recuerda hoy todavía como crítica vigente para todos los tiempos. Comparaba el Estado como una poderosa banda de piratas, de grupos de ladrones, delincuentes, bandidos navegantes. Insistía en la proclividad de los políticos a la imposición jerárquica del poder, el pecado y la violencia.

Para eso sigue sirviendo el ejemplo del poder, la ostentación del poder. En cambio, reconocía también Agustín la recta intención de políticos excepcionales de procurar la cooperación solidaria, la búsqueda de la justicia y del bien común. El poder del ejemplo. Tal es la distinción a la que aludió Biden en su mensaje. Pero el ejemplo del poder es el que atrae, emborracha y corrompe a tantos políticos, con una fuerza corruptora absoluta, como advertía Lord Acton.

Esa definición de Biden debería propagarse por el planeta, en un momento de relativización valorativa, de sugestión del todo vale y de falta abrumadora de un liderazgo capaz de infundirle a la política el tono ético faltante

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