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El acto del representante Anatolio Hernández, del Partido de la U, quien preguntó cómo votar, reveló que es un político incompetente, un legislador que desconoce las normas sobre las que debe pronunciarse. La respuesta de la presidente de la Cámara de Representantes, Jénnifer Arias, del Centro Democrático, quien le dice que lo haga afirmativamente, revela a la vez que ella hace caso omiso de los procedimientos del Congreso de la República, actúa descaradamente, desconociendo los mínimos del comportamiento ético y ciudadano.
Que haya dificultades en la opinión pública para comprender todos los asuntos que están en juego en una legislatura debido a que los temas son complicados y complejos, que sea difícil procesar y comprender toda la información, es entendible. Por eso la opinión pública puede ser manipulada e instrumentalizada. Lo que es inaceptable es que los representantes elegidos para proponer, discutir y crear las leyes, mejor dicho, ni más ni menos que los legisladores, no sepan de qué se está hablando en el debate de una ley, no tengan idea de qué es lo que van a votar, no hayan hecho un estudio de un asunto que afecta a todos los ciudadanos. ¡Qué burla, qué vergüenza!
Y tan grave es la cuestión de la Ley de Garantías que su eliminación “lacera la democracia” y su existencia “evita que el partido de gobierno perpetúe sus instancias de poder”, como decía el presidente Duque, que ahora defiende la eliminación.
La acción insolente de la presidente de la Cámara de Representantes tiene consecuencias que están en el límite entre lo moral y lo jurídico. El poder legislativo como parte del Estado democrático es un sistema complejo que determina que todas las personas que son parte de este orden normativo y producen el derecho tienen una responsabilidad por ser sus coautores. Al desconocer esta responsabilidad política, la representante Arias es responsable de exceder los límites de su competencia, lo que debería conducirla ante una instancia judicial. Tal vez a acompañar a su parentela.
Discutir este caso tiene sentido porque permite mostrar el grado de corrupción, incompetencia y desfachatez de la mayoría de la clase política. Si hay una crisis de la política y de la democracia es porque los dirigentes no han cumplido las promesas de nuestra Carta Política y han estructurado un sistema de corrupción repugnante, que es, sin duda, la mayor causa del crecimiento de la desigualdad social y económica, de modo que para una gran parte de la población hay pocas o ninguna posibilidad de aspirar a una vida social y política dignas.
¿Cómo superar este panorama tan aterrador de incompetencia, incapacidad, descaro y mala fe de algunos representantes? Se requiere una nueva ilustración política que permita sacar al hombre de su condición de minoría de edad de la cual es responsable y que permita que sus actuaciones políticas sean autónomas. “Llegamos al punto decisivo, escribe Rousseau. Es la educación la que debe dar a las almas la fuerza nacional, para que lleguen a ser patriotas por inclinación, por pasión, por necesidad”