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Coimear es casi obligatorio

Lo que antes era actividad excepcional pasó a convertirse en algo tan corriente que sus protagonistas obtienen los más altos títulos por viveza.

hace 4 horas
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  • Coimear es casi obligatorio

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Hace medio siglo, tal vez menos, la palabra coima era una suerte de rareza en el idioma español. Había que leer y preguntar para obtener una definición aceptable, con referencia a ciertas prácticas subrepticias e ilícitas que estaban imponiéndose en otros países, comparables con el soborno y el pago por debajo de cuerda a empleados o funcionarios como recompensa por ayudas irregulares a usuarios y consumidores. Puede afirmarse que esa retribución secreta e inmoral es muy antigua, pero con otras denominaciones, tanto como todas las plagas importadas en tiempos de conquista imperial. La coima hoy en día se ha vuelto de uso corriente, diario, habitual, casi obligatorio en determinadas situaciones en que el ciudadano se siente atraído, tentado, seducido, o asaltado por algún representante de la autoridad, con o sin uniforme.

En estos días volvió a mencionarse la coima a propósito de los hallazgos delictivos en el caso del robo a Medellín por una pandilla de facinerosos que se adueñó de la administración. Tal parece que esa y otras bandas tienen en la cúspide del organigrama el departamento de coimas, como sección competente para averiguar, planear, cometer y supervisar el intercambio ilícito y la contratación secreta de bienes y servicios. Lo que antes era actividad excepcional pasó a convertirse en algo tan corriente que sus protagonistas obtienen los más altos títulos por viveza, picardía y bandidaje y el ascenso a cargos superiores en los órganos de poder controlados por sus homólogos.

El verbo coimear también figura en el Diccionario. La etimología de coima se remonta al latín y el portugués como calumnia o acusación falsa, pero su definición más exacta es la de soborno, con sinónimos como mordida, cañonazo, untada, meruza y bajín. También, ganancia de un garitero. El lingüista y periodista uruguayo Ricardo Soca, autor de la página elcastellano.org, fuente habitual de consulta para quienes gozamos en los laberintos del idioma, dice, por ejemplo: “A pesar de la sana tendencia a erradicar la corrupción de las altas esferas que se observa en América latina desde la última década del siglo XX, el mal todavía es crónico, y la coima, como se dice en algunos países, es la manera más rápida –y a veces la única– de llevar adelante algunos trámites, ya desde la época colonial”. Y agrega el profesor Soca: “Este término, oriundo del portugués coima ‘multa’, llegó al Virreinato del Río de la Plata en el siglo XVII, al comienzo para referirse a la ‘paga del garitero’, y en la actualidad se usa con el significado de ‘gratificación o dádiva que se da a quien facilita un negocio’. La palabra lusitana proviene del latín calumniare ‘calumniar o acusar’, pasando por el portugués arcaico cooymhar ‘tomar testimonio de una falta punible’”.

La coima es una desgracia. Es deprimente verificar que muchísimas veces si el simple transeúnte no coimea no alcanza a hacer valer sus derechos más elementales. Lo peor está en que el ejemplo llega de arriba, casi como norma obligatoria de perversa costumbre.

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