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Allí va a ponerse a prueba, para las dos delegaciones y también para la sociedad, el pragmatismo y capacidad de volver realidades las ideas que surjan.
Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Esta semana se inició el cese del fuego entre el ELN y el Gobierno Nacional por seis meses, prorrogables –con la buena noticia que el Consejo de Seguridad de la ONU amplió por unanimidad el mandato de la Misión de la ONU para que lo verifique- y simultáneamente se instaló el Comité Nacional de Participación, creado por la Mesa de Conversaciones, con la tarea de diseñar los procedimientos, estrategias y mecanismos de participación de la sociedad, con énfasis en los excluidos y marginalizados, en el proceso de conversaciones en curso entre ELN y Gobierno. Debo señalar que la presencia de la Delegación del ELN en acuerdo con la Delegación del Gobierno, se haya desplazado a Bogotá, debe entenderse como un acto de ‘confianza mutua’ importante a destacar dentro del proceso de conversaciones, como lo fue en el Gobierno Uribe la venida a ‘Casa de Paz’ en Medellín de Antonio García.
Debemos señalar que para el ELN, desde 1996, la participación de la sociedad ha sido considerada como un elemento central; inicialmente la situaron en la realización de la Convención Nacional y progresivamente fueron avanzando hacia la denominación ‘Participación de la Sociedad’. Sin embargo, es importante decir que si bien hay acuerdo acerca de la idea general, hay muchos interrogantes acerca del cómo y el alcance de dicha participación. Por ello me atrevo a decir que el gran desafío en los próximos meses no es propiamente el cese del fuego, sobre el cual hay por lo menos una experiencia en el que se hizo en el gobierno Santos con esta insurgencia por 101 días y relativamente las cosas funcionaron bien –por supuesto no dejan de haber incidentes que a través de los mecanismos de monitoreo y verificación se pueden ir resolviendo-, el gran reto es cómo va a funcionar el diseño de participación de la sociedad, los alcances de las decisiones que se tomen –cómo se van a tomar las mismas- y la puesta en práctica de esa idea esbozada, que las decisiones una vez tomadas y acordadas se deben implementar a continuación. Allí va a ponerse a prueba, para las dos delegaciones y también para la sociedad, el pragmatismo y capacidad de volver realidades las ideas que surjan. De ello puede depender mucho el futuro de este proceso de conversaciones, que ojalá sea positivo para el país.
El cese del fuego va a coincidir con el período de elecciones regionales y locales de octubre próximo y en algunos territorios puede tener como efecto asociado el que la campaña se pueda hacer con menor zozobra y temor para los candidatos y los ciudadanos votantes –esto será de mayor impacto en pequeños municipios y áreas rurales, pero no por ello deja de ser menos importante-. Si este cese de fuego se puede complementar con el que, eventualmente haga el Gobierno con las disidencias de las Farc (trátese de las llamadas Estado Mayor Central, o la Segunda Marquetalia) y ojalá con el Clan del Golfo o autodefensas gaitanistas, ello complementaría en los territorios un ambiente de no violencia para permitir un adecuado desarrollo del proceso electoral.