Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 14 octubre 2022

Carta abierta a Elkin Restrepo

Eres un hombre bueno y generoso que durante tu vida como maestro de la Universidad de Antioquia, como editor durante tantos años, ayudaste a que muchos de los escritores de esta ciudad sean lo que son.

  •  Carta abierta a Elkin Restrepo
  •  Carta abierta a Elkin Restrepo
Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Querido Elkin, parafraseando a uno de mis autores favoritos, Vergílio Ferreira, en esa novela que siempre me ha parecido tan dolorosa y conmovedora, En nombre de la tierra, hoy me dieron unas ganas enormes de escribirte y eso es justamente lo que haré. Yo sabía que ese librito rojo que daba tantas vueltas en la biblioteca de mi padre tenía que ser una señal de algo en mi vida y por eso lo guardé cuando, a duras penas, a esa edad temprana de la infancia, sabía qué era un poeta, que tú eras poeta, uno de los grandes, descubriría luego; uno entrañable, lo sé en este instante cuando te seguí leyendo con admiración discreta.

Ese libro rojo, La palabra sin reino, editado por Colcultura cuando yo apenas tenía dos años de vida, ahora hace parte de mi biblioteca. Las hojas amarillas, algunas anotaciones hechas con lápiz, varias hojas fracturadas recubren de cariño al sobreviviente libro.

Es curioso cómo se empieza a querer a la gente sin darse cuenta, sin hacer mayor esfuerzo, sin verse mucho, creo que te dije eso en un correo cuando me escribiste a raíz de una columna que publiqué hace un buen tiempo. Y hoy, cuando me dieron unas ganas enormes de escribirte, me dio por pensar que tú y yo somos unos tímidos, unos respetuosos de los espacios del otro, de la vida del otro, que se nos va yendo en silencio.

Por eso aproveché también la alegría que sentí al recibir tu nuevo libro de cuentos, Un alma a la vista, libro que inaugura la nueva editorial P&P Editores, para decirte que fui feliz conociendo discretamente las vidas de Victoria, Carlota, Ada, Bibi, Lena, Pierángeli, Sara y una Lotte que al terminar la maestría en artes en Seattle, no regresó a casa, sino que se fue a Canadá con el pretexto de pasar allí el verano. Un verano desafortunadamente sin vuelta que me hizo sentir tan solo como el mismísimo Adrián, a quien le tocó suponer lo sucedido: “El amor había huido de allí”. También en estos cuentos fui Oliverio, quien no dejó de concluir que, así sonara irónico, la mejor manera de cumplir un sueño era desechándolo, “él sabía de cuántas cosas olvidadas consta una vida”.

Elkin querido, eres un hombre bueno y generoso que durante tu vida como maestro de la Universidad de Antioquia, como editor durante tantos años, ayudaste a que muchos de los escritores de esta ciudad sean lo que son hoy, porque creíste en ellos, los leíste con atención, los publicaste.

Mi buen amigo silencioso, se me acabó el espacio y apenas pude decirte algunas cosas; por eso te propongo, para que sigamos celebrando esta vida que tenemos, que nos volvamos a encontrar en ese lugar que te gusta tanto, el parquecito de Suramericana, ese lugar con mesas bajo frondosa vegetación y el whisky (Old Park) a precio de huevo y empanadas de última generación, ya es justo, ¿no te parece? Abrazos .

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

.