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La Solución Final fue entonces la industrialización del asesinato masivo de judíos en los campos de concentración a través de las cámaras de gas.
Por Carlos Enrique Cavelier - opinion@elcolombiano.com.co
En la pasada entrega de esta nota, basada en las irrisorias penas al Secretariado de las Farc, mencioné tangencialmente el odio y su uso en la política. El mayor ejemplo en la historia reciente fue el que Hitler inflamó contra la población judía, logrando movilizar la anexión de Austria por Alemania y luego conducir a los dos países hacia la Segunda Guerra Mundial, en compañía de la Italia de Mussolini.
Una historia poco conocida es cómo se estableció la “Solución Final” en la Villa del Wannsee, en las afueras de Berlín: esta fue ordenada por Goëring y aunque Hitler no asistió — pero sí Eichmann —, ya el Führer había dado el visto bueno a los documentos que la sentaban como política.
Se había establecido que los fusilamientos de judíos indefensos desmoralizaban a la tropa nazi. Difícil de creer, pero así era. Se trazaron entonces el propósito de buscar una solución “más apropiada” para exterminar a los judíos, una en la que no tuvieran que ejercer ese “trabajo sucio”.
La Solución Final fue entonces la industrialización del asesinato masivo de judíos en los campos de concentración a través de las cámaras de gas.
Hay una anécdota que puede ser una leyenda urbana sobre la reunión de Wannsee: uno de los oficiales presentes manifestó en algún momento una duda al respecto de la Solución Final. Al terminar el director de ese encuentro, Reinhard Heydrich, Obergruppenführer de la SS, lo llamó aparte y le preguntó el porqué de sus dudas, advirtiéndole el riesgo que tomaba al ponerse en esa posición.
Entonces el oficial le contó la historia de un hombre que odiaba a su padre; luego de la muerte de este se sintió tan solo en su odio que se suicidó. El oficial le preguntó a Heydrich, ¿qué le pasaría al nazismo si se quedara sin a quién odiar?
Ese es el mayor riesgo de la abominable política que basa su poder en el odio. Si desaparece el enemigo, el grupo del odio pierde notablemente su poder, por eso necesitan alimentarlo.
En Colombia no hemos sido ajenos con el odio a las Farc, exitosamente promovido por ellos mismos después de 21 mil secuestros, muchos otros vejámenes y más de 200 mil muertos en 50 años de conflicto armado entre civiles, militares, paramilitares y guerrilleros. Desde octubre de 2023, Hamás apareció fuerte en el radar del odio de Israel por una razón bastante consecuente: querían el exterminio del pueblo judío. Y aquí en Colombia el odio por Israel en un encadenamiento de consecuencias incompresibles.
Debemos más bien soñar con un propósito nacional y construirlo, ¡tenemos que montarnos en una suerte de “Milagro Alemán”! Este fue en los años 50 un boom económico, pero basado en un perdón y en una enorme didáctica sobre el horripilante pasado del nazismo. Y de esta manera dejar atrás ya los odios y el pasado. Así, Alemania pasó de ser un Estado vencido, divido, —hechas trizas sus ciudades y fábricas por los bombarderos aliados — a convertirse en la tercera potencia económica mundial.
Si Alemania se pudo perdonar a sí misma, si Konrad Adenauer, primer ministro inicial de Alemania Occidental, incluyó antiguos nazis en su gobierno, ¿cómo no vamos a poder nosotros? Por ello es tiempo de organizarnos, dejar de odiarnos y buscar que Colombia sea el país extraordinario que todos queremos.