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Por Juan Carlos Cortés G.
El Registrador Nacional ha anunciado hasta ahora la inscripción de más de sesenta comités promotores para la recolección de firmas que avalen candidaturas al Senado y a la Cámara de Representantes, así como de veintiún comités para el apoyo de aspiraciones a la presidencia de la República.
Pese a las reformas institucionales para fortalecer la democracia partidista, los efectos dan cuenta de que ese propósito no se logró.
Estos son, entre otros, algunos síntomas del momento por el que atraviesa la democracia colombiana: proliferación de candidaturas, particularmente a la presidencia, inexistencia de mecanismos internos de selección democrática de candidatos en los partidos, muy difusa responsabilidad partidista en materia de plataformas ideológicas, poca efectividad de las normas para garantizar la oposición, concentración de poder en el Ejecutivo y ausencia de propuestas innovadoras de transformación social.
Si a todo ello se le suma el ambiente de movilización y protesta social, la polarización ideológica de individuos y colectivos, el reclamo por el diálogo ciudadano y una imparable corrupción en la gestión de lo público, se concluye que la sociedad se encuentra en una etapa de transformación, cuya ruta dependerá del compromiso ético de líderes y ciudadanos.
En el contexto de descrédito de los partidos políticos, el reconocimiento por la Corte Constitucional de personería jurídica al Nuevo Liberalismo constituye el hecho político de mayor relevancia. Se abre una oportunidad inmensa para esa colectividad, no obstante las enormes dificultades para la organización acelerada de un partido que, aunque cuenta con un pasado meritorio, aún tiene pendiente compartir un proyecto político para el futuro. De las decisiones que adopten sus dirigentes, dependerá que no se trunque la esperanza de nuevo.
Así mismo, se mantiene la expectativa por la inscripción del comité promotor que impulse una consulta popular de iniciativa ciudadana para definir las reformas sociales demandadas desde muchos sectores. Será este un fenómeno de altísima incidencia democrática, pues hará pensar y decidir al país no solo los nombres de quienes lo representen, sino el norte ideológico que guíe las políticas sociales a futuro.
Temas como la inclusión productiva de jóvenes y mujeres; la equidad de género y la economía del cuidado; el establecimiento de una renta básica como prestación de la protección social; reformas al sistema de salud para garantizar el acceso oportuno a los servicios y fortalecer la gestión pública; la productividad agropecuaria y el retorno al campo; el desarrollo basado en la bioeconomía, en un compromiso ambiental inclusivo y en el respeto a la diversidad étnica; la realización de derechos para estas comunidades; la actualización de un sistema tributario más equitativo y la protección de la protesta pacífica, conforme criterios constitucionales, serían materias para someter a votación de los ciudadanos.
El futuro del sistema político en Colombia depende de que las firmas que por estos tiempos se recaudan se conviertan en propuestas y acciones de participación que derroten las fuerzas tradicionales del odio, el recelo y el egoísmo, y que impongan vientos de diálogo social y nuevos liderazgos.
Menos reacción virulenta, menos peleas; más deliberación, participación y diálogo constructivo. Es el momento de la ciudadanía.
(Colprensa)