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Columnistas | PUBLICADO EL 09 diciembre 2021

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Por xxxxxxx

Por Sebastian Schoepp

redaccion@elcolombiano.com.co

¿Será todo mejor ahora? El miércoles pasado tomó posesión el Gobierno alemán y tras las traumáticas experiencias de la era Merkel, el sur de Europa se pregunta si Olaf Scholz —en su condición de jefe de una coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales— abrirá un nuevo capítulo. ¿Cabe esperar más flexibilidad o, por el contrario, Alemania seguirá actuando como comisario del ahorro y exigiendo el cumplimiento estricto de las normas de la deuda y la austeridad?

Los españoles deberían guardar un buen recuerdo de Scholz, ya que, al fin y al cabo, durante su etapa como ministro de Finanzas de Angela Merkel impulsó el fondo de reconstrucción europeo del que España tanto se ha beneficiado. Pero no hay que pasar por alto que en el establecimiento del fondo intervino el interés particular de Alemania. La potencia exportadora alemana, dependiente del consumo exterior, obtiene provecho de las inversiones estatales. El fondo en respuesta a la pandemia del covid-19 no respondía solo a un intento de ayudar, sino que también ha servido para estimular la economía, lo que para alguien como Scholz significa ante todo estimular la economía alemana.

Pero... ¿no es Scholz un socialdemócrata? ¿No debería la solidaridad ser irrenunciable para él? La península ibérica, la aldea gala de la socialdemocracia europea, se aferra a esta esperanza. No cabe duda de que Scholz está magníficamente relacionado en el plano internacional. Sin embargo, es más Helmut Schmidt que Willy Brandt. En su partido se lo considera un representante del ala próxima al mundo de la economía. Cuando el nuevo canciller se convirtió en ministro de Finanzas del Gobierno de Angela Merkel, nombró secretario de Estado a un ejecutivo de Goldman Sachs, lo que le supuso duras críticas de su partido. Al final, el Partido Socialdemócrata (SPD) solo le permitió que fuese candidato a canciller porque el partido creía que tenía perdidas las elecciones.

Sin embargo, ahora ha logrado ganar esas elecciones. Pero no porque quiera hacer todo de manera distinta. Scholz representa más bien la continuidad, es decir, la prolongación del merkelismo. Para eso ha sido elegido. En Alemania uno no llega a la cancillería porque sea miembro del SPD, sino a pesar de ello.

Que el socialdemócrata Scholz haya encarnado esta continuidad con más fuerza que el compañero de partido de Merkel, el candidato conservador Armin Laschet, solo resulta paradójico a primera vista. Scholz ha servido durante cuatro años a la canciller democristiana con lealtad y eficacia como ministro de Finanzas. En la campaña electoral dejó claro en todo momento que, en materia de política europea, insistirá en unas normas estrictas; y en la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea de septiembre rechazó relajar el Pacto de Estabilidad, lo cual le valió un duro encontronazo con Francia y España, que exigían más flexibilidad. “Un ministro de Finanzas alemán es un ministro de Finanzas alemán”, es el mantra que ha repetido con frecuencia. Sus socios de Gobierno, los Verdes y los liberales del FDP, comparten esta línea con el canciller, como se infiere de la lectura del acuerdo de coalición. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento ha demostrado su flexibilidad, dice el texto, lo que significa que no es necesario hacer grandes cambios.

No obstante, en lo que al trato personal se refiere, el sur de Europa sí puede esperar un nuevo estilo. Durante una vista a Madrid en 2019, siendo ministro de Finanzas, Scholz alabó los logros de España, en vez de señalar solo las carencias, como hacía el apóstol de la austeridad Wolfgang Schäuble. Como canciller, Scholz actuará con más destreza y empatía que su predecesora, quien a menudo daba sensación de inhibición y terquedad. Pero, a la hora de la verdad, “el Mr. Cool del SPD”, como lo llamó una vez la revista Stern, probablemente seguirá siendo duro, práctico y reservado, tal y como les gusta a los alemanes que sean sus cancilleres 

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