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A pesar de la sacudida que experimentó la clase política con la elección de Petro, nos encontramos con un panorama político regional en el que el presidente y su partido parecen tener poca influencia.
Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com
Si alguien estuviera en coma desde 2015 y de repente despertara en 2023, al ver los candidatos para las elecciones regionales de octubre, podría llegar a la conclusión de que solo estuvo dormido un par de horas.
‘Fico’ Gutiérrez no es el único que pretende repetir como alcalde de Medellín. En todo el país se ven candidatos que no solo aspiran a recuperar los cargos de elección popular que ocuparon hasta hace pocos años, sino que también, en la mayoría de los casos, parecen ser los favoritos para conseguirlo.
No contento con haber sido ya gobernador y alcalde, Luis Pérez se perfila como uno de los más opcionados para ocupar la Gobernación de Antioquia. Dilian Francisca Toro, luego de un año de protagonismo en el plano nacional como directora del Partido de la U, ha anunciado su intención de aspirar nuevamente a la Gobernación del Valle, lo que la pone con un pie en el cargo que ostentó del 2016 al 2019.
Carlos Amaya, tras unos años de visibilidad en la política nacional, regresa nuevamente a su bastión local como candidato a la Gobernación de Boyacá. Rafael Martínez, de la cuerda de Carlos Caicedo, se postula una vez más para la alcaldía de Santa Marta. Lo mismo ocurre con Jorge Rey, quien es el favorito para repetir en la Gobernación de Cundinamarca. William Villamizar aspira a convertirse en gobernador de Norte de Santander por tercera vez, mientras que Dumek Turbay, quien ya fue gobernador de Bolívar hasta 2019, ahora busca ser alcalde de Cartagena.
Rodolfo Hernández, que pasó de ser alcalde de Bucaramanga a casi presidente, ahora busca reencaucharse como gobernador de Santander. Pero ningún caso es tan bizarramente repetitivo como el de Alex Char y Eduardo Verano, quienes después de haber formado un equipo en la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico durante los períodos 2008-2011 y 2016-2019, ahora buscan consolidar su poder regional por tercera vez en estas elecciones.
A pesar de la sacudida que experimentó la clase política con la elección de Petro, nos encontramos con un panorama político regional en el que no solo el presidente y su partido parecen tener poca influencia, sino también uno en el que muchas dinámicas permanecen prácticamente iguales. Que todo cambie para que nada cambie.
De Virgilio Barco se decía que era Estadista en Bogotá, pero manzanillo en Cúcuta. Algo que resume bien las dinámicas del poder en Colombia: independiente de lo que pase en el Capitolio y en El Nogal, los caciques suelen seguir siendo profetas en su tierra. Su capital político no está sujeto a la voluntad del Presidente de la República
Colombia es un país más descentralizado tanto en términos económicos como políticos de lo que generalmente se cree, y es por eso mismo que no “vamos a volvernos otra Venezuela”: nuestros contrapesos no son solo institucionales, sino regionales. No tenemos un sector privado atado al Gobierno ni una economía estatal dependiente totalmente de las rentas petroleras: es mucho más difícil “venezolanizar” a Colombia.
Las caras conocidas en las campañas de este año nos recuerdan que ni Petro ni nadie en la Casa de Nariño puede definir el rumbo de unas elecciones regionales. Afortunadamente, el poder en Colombia está mucho más atomizado..