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¿Puede Trump cavar un abismo entre Pekín y Moscú?

05 de marzo de 2025
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  • ¿Puede Trump cavar un abismo entre Pekín y Moscú?

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

Hace unos meses el entorno de Donald Trump consideraba que un acercamiento proactivo entre Estados Unidos y Rusia, dentro de un escenario en el que Washington se constituyera en un artífice de la paz en Ucrania, podría crear las condiciones para un debilitamiento de la alianza entre Vladimir Putin y la China de Xi Jinping.

El crecimiento del poderío chino internacional de las últimas décadas es, sin lugar a dudas, un quebradero de cabeza y posiblemente el mayor de todos los retos para el nuevo presidente de los Estados Unidos. Es que un país empeñado en gravitar crecientemente y con gran fortaleza en el entorno global es una piedra en el zapato de Washington. Para los planificadores políticos estadounidenses la simbiosis chino-soviética de los últimos tiempos, la gran “Alianza sin Límites” convenida estratégicamente y que ambos pregonan con orgullo, debería ser desmontada o al menos minada en su raíz.

Visto desde el lado de Xi, Putin es un buen amigo y mejor vecino. La prensa estatal china ha definido la relación bilateral como una “fuerza interna poderosa con un enorme valor estratégico”. Ello no quiere decir, sin embargo, que este binomio sea monolítico en todos los terrenos. Los americanos están más conscientes que nadie que, a pesar de su utilidad, el contubernio Rusia-China se encuentra amenazado por la desconfianza mutua.

Pero el lado débil de la ecuación sigue siendo Rusia. Su dependencia de China es colosal: Rusia apenas cuenta por 4 % de los intercambios chinos. Es decir, poco menos que deleznable. En el lado de Moscú, las fuerzas se miden de manera diferente: 40% de sus importaciones vienen de China y allí van a parar un tercio de sus exportaciones. Mas grave aún, China provee el 90% de los chips utilizados por las industrias rusas.

En el dominio de lo energético hay un entrelazamiento y una dependencia difícil de romper. Europa no es ya su mejor opción. China es el cliente estrella de Putin tanto en carbón como en petróleo. Las sanciones occidentales han echado a Rusia en manos de China en el terreno exportador y una muestra fehaciente es el gasoducto puesto a punto hace pocas semanas que suministrará gas desde suelo ruso a 13 millones de hogares chinos en áreas geográficas claves como son las tres provincias del noreste, la región de Beijing-Tianjin-Hebei y el Delta del Río Yangtsé.

En Washington persiste, en este momento, la creencia de que la relación entre los dos titanes ruso y chino puede ser vulnerada con ofertas tentadoras dirigidas al Kremlin. Pero un debilitamiento de los lazos que unen a estos dos ni aislaría a China ni disminuiría su gravitación planetaria. Puede, eso sí, que modere su influencia en ese núcleo de vigoroso dinamismo que es la región indo-pacifica - Tiwán incluido- que alberga a la mitad de la población mundial. Esta influencia, posiblemente, alimenta los temores estadounidenses.

Del lado oficial chino existe el manifiesto temor- así lo han declarado al Wall Street Journal- de que una vez establecida la paz en Ucrania, el nuevo líder estadounidense concentrará su política externa en adversar frontalmente a la potencia asiática. Ese será el momento de apelar desde Pekín a una alineación que, aun con sus escollos, China y Rusia perciben hoy como sólida.

China es, en ese caso, quien sostiene la sartén por el mango. Moscú no podrá prescindir de su interacción económica con China y China continuará encontrando en Rusia un excelente aliado para contrarrestar la hegemonía de Washington en el orden global.

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