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Una combinación de nostalgia y orgullo nacional ha servido para salvar una icónica fábrica de vidrio francesa que se encontraba en una de las mayores crisis de su historia. La solicitud de ayuda de los empleados tocó una fibra sensible de la sociedad, pero la velocidad con la que consiguieron reunir los fondos y la suma obtenida fueron tales, que tuvieron que decir gracias y paren ya.
Sobre la nostalgia existen estudios desde todas las disciplinas del saber. Como corriente intelectual es una de las más profundas y reveladoras de la Modernidad. Como herramienta de mercadotecnia se utiliza para crear una conexión profunda y duradera entre la marca y el consumidor, apelando a sentimientos de pertenencia y lealtad. Y desde la lingüística, en ese diccionario de palabras japonesas precisas para las que no tenemos sinónimo en español, se encuentra el término Natsukashii que describe una nostalgia feliz y dulce que reconforta porque no viene acompañada de tristeza, sino de añoranza.
Tal vez todo lo anterior explica lo ocurrido. Duralex es una marca que si se le menciona a un francés lo transporta a la infancia y a un comedor escolar. Inaugurada en 1945, fabrica unos vasos de vidrio Picardie que al caer prácticamente rebotan en lugar de romperse. Su forma semiestriada con borde curvo grueso es símbolo de patriotismo y de ese savoir faire industrial que se ha ido perdiendo en las últimas décadas con el cierre cada vez más frecuente de fábricas por todo el país.
La empresa funciona hoy como una cooperativa en la que 180 de los 243 empleados son socios. Pero debido el aumento del costo del gas y la electricidad, se vieron en una situación crítica. Para asegurar el futuro inmediato de la fábrica, acudieron a los medios, hicieron pública su situación y contaron que necesitaban 5 millones de euros. No podían imaginar que esa cifra la alcanzarían en solo cinco horas y cuarenta minutos. Y que en 48 horas la cantidad iba a superar los 19 millones.
El asombro fue total y los ha dejado flotando en una nube. Lo que pensaron que tardarían unas cinco o seis semanas en recaudar se convirtió en un chorro de dinero que tuvieron que frenar, entre otras, porque como cooperativa solo pueden aceptar una inversión pública de máximo 5 millones de euros. Y el tsunami de pedidos que se ha generado es tal que ahora luchan por mantenerse al día para poder cumplirle a todos los clientes. Con lo recaudado van a modernizar la fábrica y a desarrollar nuevos productos.
El prestigioso diseñador británico Patrick Taylor, cuya obra bebe de la nostalgia por su infancia, ha clasificado los vasos de Picardie como un icono del diseño moderno, porque son “un objeto cuya forma da la impresión de que fue descubierto en lugar de diseñado”. Pero más allá de esta explicación, la marca demostró su capacidad para generar una conexión emocional que movió a la comunidad. Al fin y al cabo, nadie quiere que le borren esos recuerdos felices que le producen sensación de bienestar.
