Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por Armando Estrada Villa - opinion@elcolombiano.com.co
El término doble filo denota que, si bien algo puede ser útil, también puede obrar en sentido contrario y causar daño. Y es que las palabras emitidas por los dirigentes en sus discursos y declaraciones tienen doble filo porque pueden servir para incendiar y excitar pasiones y fanatismos, e igualmente pueden utilizarse para calmar o apagar arrebatos y pasiones. Pueden tener por tanto consecuencias favorables si son propicias, apacibles y benéficas o desfavorables si son generadoras de intemperancia y turbulencia.
Dado que la respuesta a las emociones que generan las palabras, dependiendo del contenido y tono con que se pronuncian, pueden conducir a la rabia, el insulto, la descalificación y el ataque violento; asimismo tienen potencial para llevar a la comprensión, la tolerancia y la transigencia. Por tener carácter ambiguo, las palabras en materia política pueden emplearse para generar acuerdos o igualmente para fortalecer fanatismos y polarización.
Debe tenerse presente que las palabras sirven para expresar amor u odio, violencia o paz, verdad o mentira, venganza o perdón, crítica o aprobación, agravio o amabilidad y en un país donde se pasa del dicho al hecho, de la palabra a la acción con tanta facilidad, deben los líderes, manteniendo las necesarias disputas propias de la democracia, desarmar las palabras para referirse a quienes discrepan de sus posturas y armarse de argumentos y razones para defender sus ideas.
Es función del gobierno y los partidos políticos elaborar proyectos para buscar resolver nuestros problemas, someterlos a la crítica de los demás y defenderlos mediante la argumentación racional, no con imposiciones, amenazas, agravios o sobornos; debe acudirse al diálogo y al discurso argumentado para lograr el asentimiento entre las fuerzas antagónicas, mediante la persuasión, para así construir acuerdos que permitan enfrentar nuestras dificultades.
Corresponde a los líderes políticos, con el Presidente de la República a la cabeza como símbolo de la unidad nacional de acuerdo con el artículo 188 de la Constitución Política, optar por emplear las palabras apropiadas para gestionar los conflictos, llegar a entendimientos y alcanzar convenios, en vez de utilizar palabras que radicalizan las divergencias y los fanatismos.
Para tramitar los conflictos, normales en toda democracia, en lugar de imponer a la fuerza opiniones o ceder ante la violencia, conviene ejercitar la escucha activa, la comunicación asertiva y la empatía y comprender a fondo los argumentos de cada parte, para diseñar soluciones creativas que integren las diferentes opiniones, mediante la práctica del diálogo, el respeto, la tolerancia y la negociación.
Urge que en lugar de encender los ánimos, se aplaquen los bríos; en vez de utilizar un lenguaje de guerra, se acuda a un lenguaje de concordia; a cambio de estigmatizar al que piensa distinto, reconocer su derecho a tener otra opinión, pues la utilización del filo correcto de las palabras puede ser favorable para los colombianos, porque con el otro filo, podría correrse un riesgo y tener una desventaja.
Tienen los dirigentes políticos la palabra. Ojalá, para bien del país, escojan el filo adecuado.