x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Por Andrés Restrepo Gil - restrepoandres20@hotmail.com

Otra columna sobre el liderazgo

Nuestro presente, con todo sus vicios y sus resquemores, con la proliferación de la vanidad, del desenfreno y del egoísmo, requiere que se dirijan nuestros elogios y nuestras defensas, quizá, a otras virtudes.

hace 2 horas
bookmark
  • Otra columna sobre el liderazgo

Por Andrés Restrepo Gil - restrepoandres20@hotmail.com

Gracias a la reproducción continua de ciertos discursos y al ciclo perenne de ciertas ideas, hablar y opinar sobre el liderazgo se ha convertido en una tendencia que, en un coro armónico y unánime, ubica esta capacidad en el pedestal de las virtudes. Parte de lo que sobre dicha capacidad se dice y se escribe redunda en elogios complacientes y motivadores, que refuerzan las convicciones y cristaliza las certezas: necesitamos más y mejores líderes. Elogiando los dones milagrosos de los líderes, esta armónica conjunción de opiniones concluye en lugares comunes y opiniones idénticas. El punto al que llega este ejército de sentencias nace y parte de un axioma común, que no admite objeciones, ni cuestionamientos: por la forma en la que de él se habla y todo lo que de él se opina, el liderazgo es una capacidad vital en nuestro presente y una virtud transversal a nuestro tiempo.

En toda esta tendencia orgánica hay, sin embargo, una reiteración excesiva. Esta mitología del liderazgo sugiere que buenos líderes se necesitan en todas partes y que, como una panacea divina, contar con buenos liderazgos es efectivo en cualquier ámbito o que, en otras palabras, las habilidades de un líder son ajustables a muy diversos campos y a muy diversos lugares: en las empresas, en las escuelas, en los gobiernos. Como si los gobiernos, las escuelas y las empresas no fuesen mundos en sí mismos, abismalmente diferentes, profundamente complejos, cuya gestión se resuelve con los moldes de un liderazgo, erróneamente aplicado a diversas esferas, sea educativas, sea políticas, sea económicas. Creer que gran parte de las soluciones se hayan en la configuración de nuevos liderazgos es partir de una perspectiva empresarial de la vida, que piensa sus partes en cargos, sus aristas en oficios y su orden en jerarquías.

No estoy tan seguro de que las virtudes del liderazgo ameriten tan buenos tratos y se le otorguen tan buenas ofrendas. La cultura del liderazgo nos ha incentivado una sensación de insatisfacción y ha cultivado paralelamente un deseo de ir al frente, una aspiración de dirigir o una enfermiza ambición por liderar. Nuestro presente, con todo sus vicios y sus resquemores, con la proliferación de la vanidad, del desenfreno y del egoísmo, requiere que se dirijan nuestros elogios y nuestras defensas, quizá, a otras virtudes. Ante la proliferación de la indiferencia, la soberbia y la presunción, el pedestal de la virtud no debería estar destinado a ese conglomerado de habilidades que constituyen, dicen, a los buenos liderazgos.

En sociedades atravesadas por desigualdades profundas, donde abundan las pretensiones de tomar el mando, las virtudes que deberíamos elogiar podrían ser de índole muy diferente. Entre ellas, por ejemplo, la humildad y la modestia; la sencillez y la austeridad. El énfasis debería estar puesto en otros lugares. Las posibilidades son amplias y el abanico no es tan pequeño: la prudencia, la discreción, la templanza me parecen virtudes cruciales en sociedades como las nuestras, en el que se disputa perenemente el primer lugar, el foco de las cámaras o la posibilidad de dirigir.

Sigue leyendo

Por Andrés Restrepo Gil - restrepoandres20@hotmail.com

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD