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Como la gente en el parque de Jardín

Independiente de la razón, mirar gente haciendo cosas en el parque de un pueblo, definitivamente lo conecta a uno con otro ritmo.

hace 1 hora
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  • Como la gente en el parque de Jardín

Por Rosana Arizmendi Mejía - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Nada como sentarse en el parque principal de un pueblo para mirar gente pasar. Lo corroboré este puente, sentada en el parque de Jardín (Antioquia), uno de mis pueblos favoritos.

Aunque siempre me ha gustado esta actividad —tal vez por ser “parsimoniosa”, según mi mamá—, este fin de semana fui un poco más consciente del gran poder relajante que tiene. No sé si es porque permite que la mente se aquiete, sin tener que pensar en exceso, hacer listas de pendientes o tomar decisiones, o si es porque observar personas realizando actividades cotidianas o de ocio genera una suerte de identificación/cercanía con ellas... El caso es que, independientemente de la razón, mirar gente haciendo cosas en el parque de un pueblo, definitivamente lo conecta a uno con otro ritmo. Uno que se parece mucho a lo que describe Carl Honoré en su libro “Elogio de la lentitud”.

Estoy volviendo a leer algunos pasajes, y me sorprende lo tan impresionantemente vigentes que siguen siendo las ideas que aparecen en él, aun 21 años después de su publicación. Honoré habla de nuestra adicción a la velocidad y de que la causa principal de nuestro malestar es nuestra obsesión por ahorrar tiempo, ya que pretendemos meter cada vez más cosas en nuestras horas. También cuenta sobre cómo el ir, cada vez más acelerados, nos aleja de amigos, familia y de nosotros mismos, pues “todas las cosas que nos unen y hacen que la vida merezca la pena de ser vivida —la comunidad, la familia, la amistad— medran en lo único de lo que siempre andamos cortos: el tiempo”.

¿Qué pasa con el sistema en el que vivimos inmersos que, a pesar de todas las advertencias de los efectos adversos de la velocidad —en la salud, el ambiente, las relaciones, la sostenibilidad del planeta—, todavía sigue premiando lo rápido sobre lo lento, la productividad sobre el bienestar? Según el diario La República, un estudio realizado por Buk encontró que en Colombia el 30% de los trabajadores han sentido síntomas de burnout entre algunas veces, muchas veces y siempre. ¡Escandaloso! Y muy en la línea de “la sociedad del cansancio”, de la que habla el filósofo Byung-Chul Han.

Qué bueno ir más despacio por la vida, como la gente que uno mira en el parque de Jardín. En Elogio de la lentitud (y cada vez más en más lugares) aparecen pistas para lograrlo. Y también en los pueblos (como Jardín), donde parecen haber encontrado el secreto.

Como dice Honoré, “la filosofía de la lentitud podría resumirse en una sola palabra: equilibrio. Actuar con rapidez cuando tiene sentido hacerlo y ser lento cuando la lentitud es más conveniente. Tratar de vivir en lo que los músicos llaman el tempo giusto”. A mí, que soy acelerada a pesar de lo que diga mi mamá, y que en un día realmente no me caben todas las tareas que tengo que hacer (por eso vuelvo al libro cada cierto tiempo), no me parece fácil esto. Sin embargo, pondré —de nuevo— todo mi empeño para lograrlo. ¡Nos vamos contando!

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