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Lograr cada vez mayores ciudadanos activos requiere de medios de información diversos que permitan conocer las diferentes caras de los sucesos políticos, sociales y de interés colectivo
Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Ante la cercanía de los debates electorales para elegir un nuevo Congreso y un nuevo Gobierno en 2026, comienzan a surgir análisis y reflexiones acerca de los potenciales candidatos a los distintos cargos, pero por nuestra tradición presidencialista, lo que más emerge en la discusión son los eventuales candidatos a la Presidencia; que si buenos echadores de discursos, que si buenos tecnócratas o buenos políticos, que si mujeres o si hombres, que si de los sectores excluidos o de los tradicionales, que si tienen carisma o cuentan con apoyos partidistas, que si ya cuentan con programas de gobierno o si lo van a ir construyendo por el camino, en fin todas las controversias posibles del lado de los candidatos.
Propongo en este escrito, introducir la discusión respecto del otro lado, qué tipo de elector y de ciudadano deberíamos tener. Algunos creen que lo deseable es que sean apasionados seguidores, parecidos a los ‘hinchas furibundos’ de algunos equipos de fútbol y para ello el tipo de información que se distribuye apunta en ese sentido, parecido en algo, al anacrónico discurso de la lucha de clases, -sino es mi amigo es mi enemigo y no se admiten posiciones intermedias, en el pasado reciente algunos popularizaron la denominación ‘tibios’ con bastante tinte peyorativo-; este tipo de seguidor se acomoda muy bien con el modelo del caudillo -de derecha o de izquierda- tan presentes en nuestra historia política. Y claro, suponen que así deberían ser los militantes de los partidos o fuerzas políticas. Casi una fuerza de choque de apoyo a su caudillo o líder y de denigración del adversario.
Otros piensan que deseable sería el ciudadano racional, activo y participativo, pero dispuesto a escuchar distintos puntos de vista, a analizar lo que proponen los diversos candidatos, a valorar lo hecho por los gobernantes -bueno, regular o malo-, que participa en discusiones, debates, conversatorios, que tiene la tendencia a ver a cada persona en sus distintos matices y que logra finalmente apoyar al que lo convenza más de sus propuestas, de su trayectoria anterior, pero sobre todo de su apuesta por el futuro. Es el ciudadano que como diría en el pasado reciente un dirigente político colombiano ‘no traga entero’, pero tampoco está dispuesto a despotricar sin pruebas de los otros y a descalificarlos; que concibe los partidos políticos y grupos de interés como espacios para la discusión y el debate argumentado y respetuoso; que estará en un partido o un grupo de interés hasta cuando considere que tiene identidades y afinidades y si considera que ya no las comparte se retira.
En realidad tenemos ambos tipos de ciudadanos.
Lograr cada vez mayores ciudadanos activos requiere de medios de información diversos que permitan conocer las diferentes caras de los sucesos políticos, sociales y de interés colectivo. En esto debemos decir se ha avanzado, en parte por los desarrollos de las tecnologías, que se expresan en la diversidad y accesibilidad de redes sociales, pero también por el impulso dado, especialmente el actual gobierno, a la red pública de medios de información -incluidas las emisoras comunitarias pactadas en el Acuerdo de La Habana-.