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La lección de María Corina Machado

La democracia no se sostiene solo con leyes, sino con personas dispuestas a vivir en verdad, a asumir el costo de la libertad y a no obedecer lo que les obliga a traicionarse.

hace 11 horas
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  • La lección de María Corina Machado

Por Aldo Civico - @acivico

Las democracias no solo mueren cuando se disuelven los parlamentos o se vacían las urnas. Su declive comienza antes, cuando los ciudadanos empiezan a ver la libertad como una espera en lugar de una responsabilidad. Cuando la sociedad se acostumbra a delegar lo que solo puede ser ejercido de manera personal. Por ello, el discurso de María Corina Machado al recibir el Nobel de la Paz (leído en Oslo por su hija) no fue solo una denuncia política, sino una llamada ética. “La libertad no es algo que debamos esperar, sino algo a lo que debemos dar vida”, afirmó. En esta frase sencilla reside una idea inquietante que ha atravesado siglos de pensamiento político: la libertad no es un estado garantizado, sino una práctica frágil, cotidiana y exigente. Explicó que la democracia venezolana no se perdió de la noche a la mañana, sino cuando la ciudadanía dejó de asumir su rol. La concentración del poder, el clientelismo, la corrupción y el miedo fueron erosionando poco a poco la ética cívica.

Por eso, uno de los puntos más impactantes de su discurso fue la importancia de la verdad. En ocasión de las elecciones presidenciales del año pasado, las actas electorales —“la prueba sagrada de la voluntad del pueblo”— se convirtieron en un símbolo de algo más profundo que una contienda política: la lucha por nombrar la realidad sin temor. Cuando un régimen necesita ocultar, falsificar o perseguir para mantenerse, no solo está en juego el poder, sino también la posibilidad de una vida compartida fundamentada en la verdad. Por eso, Machado enfatizó que la lucha en Venezuela no era solo electoral, sino “una lucha ética, por la verdad; una lucha existencial, por la vida”.

Además, su discurso fue aún más allá. Introdujo una noción que rara vez se escucha en el discurso político actual: la libertad exterior solo es factible cuando hay coherencia interior. “Solo es posible alcanzar la libertad cuando decidimos no vivir de espaldas a nosotros mismos”, afirmó. Esto no se refiere a una introspección individualista, sino a la integridad. Isaiah Berlin advertía que una libertad meramente formal, desconectada de la responsabilidad moral, puede transformarse en una ficción vacía. En ese sentido, la democracia deja de ser solo un sistema y se manifiesta como una forma de vida. “Solo al alcanzar esa coherencia interior, esa integridad vital, logramos estar a la altura de nuestro destino. Solo entonces llegamos a ser quienes realmente somos y podemos vivir una vida que valga la pena vivir”, dijo Machado.

El cierre del discurso rescató una palabra que la política suele eludir: amor. “La paz es, en última instancia, un acto de amor.” Amor entendido no como sentimentalismo, sino como una responsabilidad radical hacia el otro y hacia el mundo compartido. Quizás esta sea la lección más universal del momento venezolano. Seguramente lo es para Colombia. La democracia no se sostiene solo con leyes, sino con personas íntegras dispuestas a vivir en verdad, a asumir el costo de la libertad y a no obedecer lo que les obliga a traicionarse. Ahí comienza —y se renueva— la democracia.

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