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Por Aldo Civico - @acivico
Si algo hemos aprendido en la política internacional es que hay jugadas audaces y hay jugadas irresponsables. La estrategia de Donald Trump respecto a Ucrania se encuentra peligrosamente cerca de lo segundo. Con su enfoque transaccional y su disposición a negociar con Putin sin incluir a Kiev, el expresidente está enviando señales preocupantes no solo a Ucrania, sino a toda la comunidad internacional. Esto no es realpolitik en su mejor versión; es una oferta de salida para el agresor.
Trump ha adoptado un discurso que refleja la propaganda del Kremlin, sugiriendo que Ucrania es parcialmente responsable del conflicto. Además, ha calificado a Volodymyr Zelenskyy como un “dictador”, socavando así la legitimidad de su liderazgo en plena guerra de supervivencia. También está promoviendo diálogos entre Estados Unidos y Rusia sin la participación de Ucrania. En otras palabras, está facilitando un acuerdo sobre el futuro de un país sin incluir a su gobierno. Trump ha insinuado que la asistencia de Estados Unidos a Ucrania debería depender del acceso a sus recursos minerales. En su lógica de negocios, la guerra es solo otra oportunidad de inversión. Pero Ucrania no es un activo en liquidación; es un país en guerra luchando por su existencia. Mientras los aliados de Estados Unidos buscan mantener una postura firme contra Putin, Trump parece inclinado a reconfigurar la relación con Moscú, abriendo más puertas a Putin en el escenario global.
Este enfoque presenta varios riesgos de gran escala. Obligar a Ucrania a aceptar concesiones no es paz, es capitulación. Los aliados europeos ya están preocupados por una posible traición de Washington. Cualquier acuerdo que le conceda ventajas territoriales o económicas a Putin será visto como una victoria. Si el país más poderoso del mundo prioriza el pragmatismo a corto plazo sobre la defensa de la democracia, otros regímenes autoritarios tomarán nota. La respuesta de Europa ha sido de alarma y frustración. En Bruselas, París y Berlín, los líderes políticos han expresado su inquietud ante un posible cambio en la política exterior estadounidense que podría dejar a Europa lidiando sola con la amenaza rusa.
Mientras los aliados de Estados Unidos se debaten entre la preocupación y la incertidumbre, en el Kremlin la reacción ha sido de júbilo. Propagandistas en la televisión estatal rusa han celebrado abiertamente las recientes declaraciones y movimientos de Trump, describiéndolos como una victoria para Moscú incluso antes de que las negociaciones de paz hayan comenzado. El impacto de esta postura va más allá de la geopolítica inmediata. Si Trump sigue concediendo ventajas estratégicas a Moscú sin obtener nada tangible a cambio, el equilibrio global se verá alterado de manera significativa. Trump nos quiere hacer creer que su enfoque es pragmático y estratégico. Pero la realidad es que, al darle a Putin lo que quiere, está sentando un precedente peligroso para la política global. Si Washington abandona a sus aliados cuando más lo necesitan, no solo Ucrania pagará el precio, sino el orden mundial que EE.UU. ayudó a construir. La pregunta no es si Trump está buscando la paz, sino a qué costo está dispuesto
a obtenerla.