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¿Y quién hará reír?

El Consejo de Ministros revive los mejores programas de diversión que ha tenido el país, como lo fueron en la radio en su momento las aventuras de Montecristo. Ahora tiene algunos toques de suspenso a través del “jefe de gabinete” que le tiene bien pisada la cabuya al presidente.

12 de febrero de 2025
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  • ¿Y quién hará reír?

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Ojalá no se demore mucho el presidente Petro en su viaje por el Oriente Medio, para que retome cuanto antes las divertidas y jocosas sesiones del Consejo de Ministros. Así cambie de actores en su gabinete ministerial, que no se le vaya ocurrir después del tour venir a cancelar las entretenidas funciones transmitidas en vivo y en directo por televisión. El país se relaja con tantos gracejos y socarronas lecciones de historia, en sus nuevas versiones relatadas con esa imaginación febril de su tosco realismo mágico. De cancelarlas, ¿con qué nos reiríamos entonces los colombianos, sometidos a tantos dramas producidos por el curioso animador? Si los cancela, ¿quién suministraría la materia prima para la fábrica de memes y de trinos?

El Consejo de Ministros revive los mejores programas de diversión que ha tenido el país, como lo fueron en la radio en su momento las aventuras de Montecristo. Ahora tiene algunos toques de suspenso a través del “jefe de gabinete” que le tiene bien pisada la cabuya al presidente y se encarga de no “cobrar por lo que hace sino por lo que sabe”, y más aún por lo que calla.

Petro reveló en aquella histriónica función, ya famosa, que renunció a su condición de izquierdista. La tachó de ser una doctrina de caníbales que se estaban devorando a su compadre, personaje experto en transfugancias. Con esa nueva voltereta, quizá hacia el más rancio populismo, ¿creía darle salvoconducto al señor aquel, grado 33 de equilibrismo y reacomodos?

En esa turbulenta como entretenida sesión, Petro reveló algo que por 200 años habían ocultado los grandes historiadores colombianos: que Bolívar murió asesinado en Santa Marta. La tesis de historiadores, de que falleció por una turberculosis, fue una mentira como seguramente lo será para su propia historia, la sindicación de que su M-19 incendió el Palacio de Justicia. En su alucinante narrativa descubrirá que esa conflagración fue obra de Álvaro Uribe.

Se lamentó en la larga función, de que solo una cuarta parte de lo prometido desde la iniciación de su gobierno se ha cumplido. Y culpó de tal fracaso a su gabinete, agraviado y aplastado. Sus integrantes, escucharon absortos las teorías hegelianas del método dialéctico de quien cada vez se intoxicaba más con sus propias palabras de pseudo/humanista. Fue un espectáculo que seguramente recogerá el novelista Gustavo Bolívar –después de su abierta declaración de amor a su patrón– para hacer o una obra de terror y emular con Allan Poe, o de picaresca para competir con Cervantes o Quevedo.

Así que la transmisión televisada de las deliberaciones del Consejo de Ministros, así pueda ser violando la ley, no se pueden suspender. Por amor de Dios, que no se prive a los colombianos del humor con semejante distracción. Así sea apenas un paréntesis de un gobierno que, como decía alguna vez Miguel Antonio Caro del de Marroquín, es “de farándula y trapacería”.

Si los Consejos de Ministros no son transmitidos en directo, ¿quiénes, entonces, suministrarán el material para montar las parodias al estilo de La Luciérnaga y de Voz Populi?

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