Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
La ley de la herencia persiste y se prolonga. Aguantó guerras civiles y toda clase de hegemonías y enredos políticos.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
La política colombiana ha sido pintoresca, por decir lo menos, desde la misma fundación de la República. Buena parte ha estado enmarcada en la pugnacidad partidista. Liberales y conservadores comenzaron como colectividades con ideologías definidas. Luego pasaron a ser contingentes de lucha que animaron Constituciones, hegemonías y guerras civiles. Más tarde, cuando se reventó el bipartidismo, se rebobinaron en microempresas electorales. Hoy son florecientes industrias de contratistas que asaltan el presupuesto nacional. Dentro de aquel cuadrilátero se mueven para escoger el año entrante a otro presidente quizá menos mediocre que el que hoy “gobierna” a Colombia.
A todas estas transmutaciones hay que sumarle la ley de la herencia que complementa su evolución histórica. La introdujeron las dos traviesas hermanitas Ibáñez, Bernardina y Nicolasa, quienes con sus faldas cubrieron los ardores de Bolívar y Santander. Nicolasa engendró con su marido legítimo a José Eusebio Caro, cofundador del Partido Conservador y padre de Miguel Antonio, presidente de la República. Mariano Ospina Rodríguez, el otro cofundador y presidente, acomodó a su hijo Pedro Nel en la silla presidencial. A este le heredo la jefatura del Estado su sobrino Mariano Ospina Pérez. Antes, el presidente José Vicente Concha se conformó con engendrar un cardenal. Cambió la banda presidencial por la estola eclesiástica.
Alfonso López Pumarejo fue presidente en dos ocasiones. Su hijo Alfonso, jugando a la revolución, también llegó a la jefatura del Estado. Laureano Gómez hizo toda clase de esfuerzos por hacer de su primogénito Álvaro, un mandatario de subido color azul. Este intentó tres veces. Fracasó, a pesar de su talento. El dictador Rojas Pinilla tuvo en su hija María Eugenia la primera mujer candidata presidencial derrotada. Esta dejó unos hijos calaveras que fueron a parar a la cárcel.
El expresidente Carlos Lleras Restrepo se consoló con ver a su hijo Carlos como simple constituyente en 1991. Dejó un nieto, bien preparado, de recio carácter, que sueña aún, con salud maltrecha, cruzarse entre pecho y espalda la tricolor nacional. Turbay Ayala engendró un hijo, coleccionista de premios de consolación burocráticos. Guillermo León Valencia, se ilusiona desde el más allá con que su nieta Paloma llegue algún día a la Presidencia de Colombia. Misael Pastrana dejó a Andrés como Jefe de Estado. Y Eduardo Santos, presidente en 1938, quizá nunca se imaginó que su sobrino nieto, Juan Manuel Santos, dejase tan arrugado el solio de Bolívar.
La ley de la herencia persiste y se prolonga. Aguantó guerras civiles y toda clase de hegemonías y enredos políticos. En tres días que se cierran las listas para el Congreso, veremos un desfile de compadres, ahijados y parientes. Ya está en la tarima de aspirante al Senado, María Paz Gaviria, hija del expresidente César Gaviria. Como antagonista en este reparto de la comedia colombiana, aparece un hijo del presidente Petro, para figurar en las primeras páginas periodísticas, pero por estar sindicado de delitos que investiga la Fiscalía.
Este divertido sainete animado por la ley de la herencia hace recordar a las viejas y decadentes monarquías europeas.