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Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
La mayor parte de los balances de opinión destacaron este 2024 a las Cortes como las entidades más respetables de la institucionalidad colombiana. Encontraron en ellas la salvaguarda del régimen constitucional. Guardaron su independencia frente a las amenazas de un Ejecutivo que estimaba debían estar atadas a su megalomanía. Rechazaron condecoraciones que el Jefe del Estado ansiaba colgarles en el pecho. Y lo hicieron no solo como muestra de su autonomía e independencia judicial, sino como solidaridad y respeto hacia aquellos colegas magistrados que, en cumplimiento valeroso del deber, años atrás cayeron por las balas del M-19, grupo delincuencial al que perteneció el hoy mandatario Gustavo Petro. Posiblemente por no haberse prestado a tan burda comedia de la medallería, días después al conmemorarse los 39 años de la masacre del Palacio de Justicia, Petro creyó sacarse el clavo no asistiendo a los actos en que se rememoraba el horrendo crimen cometido por su grupo subversivo en alianza con el narcotráfico para inmolar a los indefensos juristas.
Las Cortes han resistido constante ataques y rabietas de un presidente ciclotímico que critica las decisiones judiciales cuando no son de su agrado. Con trinos las agravia y las fustiga, calificándolas de “descuartizadoras” cuando sus sentencias le impiden ejercer la autocracia. Ya en alguna ocasión el presidente de la Corte Constitucional, refiriéndose a las guachafitas amedrentadoras del inestable gobernante, se le enfrentó advirtiéndole que la Corte no va a considerar el número de gritos que vengan desde la Casa de Nariño para decirle “cómo tiene que fallar en derecho”.
También el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Gerson Chaverra, había sido irrespetado cuando en su propia tierra chocoana, el presidente Petro mostró su intolerancia al decir que era incompatible “tener la piel negra y ser de militancia conservadora”. Otra provocación, a la fallida manera de chiste, tan malo como inoportuno, de las muchas que hace en ese afán de dividir al país entre ricos y pobres, negros y blancos, violando el principio constitucional de ser, como Jefe de Estado, símbolo de la unidad nacional.
Pero de los ataques a la Corte Suprema pasó a vertirlos contra el Consejo de Estado. Lo sindicó de estar acunando golpes con sus decisiones, que considera van en contravía del derecho al voto popular. El Consejo de Estado repudió los ataques. Los consideró “sistemáticos e irrespetuosos, sin sustento alguno”. Petro ripostó afirmando que no le podían imponer censura a sus opiniones. Sigue viendo golpes blandos y duros por todos lados. Esa fijación lo persigue como fantasma en sus delirios y esquizofrenias. Persiste en su estrategia de poner cada día una pica en Flandes para mantener y captar la atención de un país que no quiere padecer más frustraciones alrededor de un gobierno que va al fracaso.
Con un país político deshonrado y desprestigiado, los colombianos reconocieron en el 2024 a las cortes de justicia en su severa guardia de la institucionalidad, en la protección de los pesos y contrapesos del Estado, la vigencia de la democracia. Por ellos las declararon el personaje del año.