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“Acre olor a tempestad”

Mientras Petro se acerca peligrosamente más a un desesperado Maduro, en el país se multiplican los problemas.

hace 8 horas
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  • “Acre olor a tempestad”

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

De persistir y prolongarse las arengas incendiarias desde la cabeza del Gobierno y de algunos aspirantes a la sucesión presidencial, nada bueno se le pronostica al ejercicio pleno de la democracia en la contienda electoral del año entrante. Peligrosamente se instrumentaliza el lenguaje para utilizarlo como arma amenazante de poder. Comienzan a asomarse las llamadas “primeras líneas” que causaron daños, antes y ahora, en las calles de Bogotá, Medellín y Cali. Las hordas dejaron mensajes y grafitis amenazadores, como los de “Muerte a los burgueses”. La cosa insinúa, como diría Alberto Lleras, “un acre olor a tempestad”.

Las acciones contra bienes privados en las tres grandes ciudades del país hacen temer que la violencia se riegue como plaga por otras capitales de departamentos. Encapuchados, aprovechando la indefensión en que están las fuerzas legítimas del orden, vuelven a las calles a sembrar pánico y terror. El Gobierno Nacional se recoge en silencios sospechosos para no condenar los desafueros, lo que se interpreta como una complicidad manifiesta. Aterrar a la sociedad con banderas de muerte es la insignia enarbolada por los maestros en al arte de las sediciones.

Mientras Petro se acerca peligrosamente más a un desesperado Maduro, en el país se multiplican los problemas. El orden público es un desastre. En lo que va corrido del año, 475 enfrentamientos –un promedio de 12 combates por semana, 51% más que en todo el año pasado– se han presentado entre fuerzas del Estado y grupos armados ilegales, acciones subversivas que superan la capacidad de respuesta institucional del Estado. Más de la mitad de los municipios colombianos, según cifras de la Defensoría del Pueblo, están en riesgo para poder ejercer el voto libre en las elecciones del 2026. La crisis fiscal abrumadora, el sistema de salud hecho pedazos, la energía pendiente de un apagón inminente, los escándalos de corrupción salpican hasta el seno de la familia presidencial y la deplorable situación de las Fuerzas Militares, al carecer de recursos y medios para enfrentar a la subversión y la anarquía. Más de 1,3 millones de compatriotas, según Migración Colombia, se han ido del país en forma definitiva, quizás decepcionados porque no encuentran razones anímicas y económicas para permanecer aquí, vegetando en medio de tantos sobresaltos, corrupción y carencias de oportunidades.

Existe el temor de que las asonadas sean el principio de lo que al país aún le falta por escuchar desde las tarimas, donde se invoca a las acciones intrépidas. Que sigan los discursos de odio, mecanismo de desestabilización, animando a los vándalos a crear zozobra, lo que podría desembocar, dada la inacción de las fuerzas de policía, atadas por el Gobierno para no operar, en una lucha de resistencia civil de resultados insospechados.

Al paso que va el país político, estas podrán ser unas elecciones violentas, en una nación que juega con candela en manos de pirómanos verbales. Situación agravada con un presidente que en la agonía de su mandato, “inflamado de rabia”, es capaz de meter a Colombia en un callejón sin salida.

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