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Columnistas | PUBLICADO EL 02 abril 2022

Alberto, un habitante del Silencio

La bibliografía de los hermanos Restrepo González es insustituible a la hora de estudiar al escritor envigadeño y filósofo de Otraparte, Fernando González Ochoa.

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Voy a transcribir la semblanza que sobre Alberto, fallecido el pasado 20 de marzo, escribió su hermano Daniel Restrepo González, sacerdote como él y quien murió en el mes de septiembre de 2017.

El texto está tomado del libro El doctor Francisco Restrepo Molina, publicado por el padre Daniel en 2006. Hermanos de sangre, pues, y también hermanos de espíritu, hermanos en el sacerdocio católico y herederos de un legado familiar del que siempre estuvieron humildemente orgullosos. Su parentesco con Fernando González Ochoa, el filósofo de Otraparte, también los identificó y fueron ambos destacados estudiosos de su obra. La bibliografía de los hermanos Restrepo González es insustituible a la hora de estudiar al escritor envigadeño.

En la biografía del eminente médico envigadeño que fue su padre, Daniel se refirió así a su hermano: “Alberto de la Cruz nació el 8 de octubre de 1939. Es el hombre más agudo, penetrante, analítico e inteligente que he conocido. Devorador de libros, profundamente ilustrado. Se ordenó de sacerdote en Manizales, el 23 de agosto de 1964, de manos de monseñor Arturo Duque Villegas. Fue párroco en San Diego, Arboleda, Montebonito, Filadelfia, Palestina y María Auxiliadora en el barrio Aranjuez de Manizales. Fue vicario coadjutor en Chinchiná. Ejerció su ministerio sacerdotal en Panamá, con los padres sulpicianos, donde trabajó con excelentes resultados en el Seminario Conciliar. Magníficas fueron sus relaciones con los sulpicianos y con el arzobispo de Panamá, Marcos McGrath. Hoy (2006) es profesor del Seminario de Yarumal y de varios otros colegios de religiosas. Ha publicado cinco libros, originales, profundos, agudos e interesantes todos ellos: Para leer a Fernando González, Testigos de mi pueblo, Raíces aldeanas de la corrupción, Realidad latinoamericana y Escuelita, selección esta última de algunas de sus columnas del mismo nombre que sostuvo por once años en el periódico EL COLOMBIANO, de Medellín. Tiene otras obras inéditas, eruditas y profundas. Lástima que no se hayan dado a la estampa. Son ellas: Los ciclos del olvido, El otro, El silencio empieza mañana, Laudes y Vísperas, La cuenta del Otario, Mi dulce Monseñor, Icnocuicatl (que es “Los cantos tristes”), Versos (dos volúmenes), Cosmovisión I, II y III, y varios otros sin titular aún. Cráneo poderoso, Alberto es sabio y hondo, gran filósofo y teólogo, versado en antropología, en cosmovisión, en sociología, en literatura y en todo lo que pueda llamarse “saber”. Ha sido siempre admirado y reconocido por sus discípulos, que lo buscan, lo consultan y lo aclaman”.

En 2020 Alberto publicó su último libro, un breve pero denso estudio titulado Modernidad, transmodernidad y evangelización. Antes había dejado su cátedra en la Universidad de San Buenaventura de Medellín y más tarde asumió por un tiempo la capellanía del Refugio Bernarda Uribe de Restrepo en Envigado, que había quedado vacante precisamente con la muerte del padre Daniel. Terminó su existencia bajo el cuidado de su sobrina Ana María, quien lo había acogido en los últimos lustros.

Alguna vez dijo Fernando González refiriéndose al morir: “No se dirá: murió, sino: lo recibió el Silencio” 

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