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Columnistas | PUBLICADO EL 17 abril 2021

África: yihadismo, demografía y género

Por Eva Borreguero

La oleada de los salvajes ataques yihadistas en Mozambique, selladas con decapitaciones de niños y extranjeros, confirma los temores de un desplazamiento del epicentro del Estado Islámico desde Oriente Próximo hacia África. La miríada de facciones derivadas de Al Qaeda y el ISIS han aprovechado la debilidad de los Estados del Sahel, las fronteras porosas y el regreso de miles de combatientes de Siria, para avanzar horizontalmente, extendiendo sus redes de Oeste a Este, desde el Golfo de Guinea en la costa atlántica hasta el Mar Rojo y el Océano Índico. Ahora, su presencia en Mozambique, amenaza con un contagio en vertical por Malawi, Tanzania y Zambia, que desestabilizaría la región, y podría alcanzar al continente europeo en su onda expansiva.

La opinión generalizada aconseja una acción que combine la colaboración en seguridad (control de fronteras e inteligencia compartida), un desarrollo educativo y económico que conduzca a la creación de oportunidades para las poblaciones locales, y la consolidación de instituciones políticas estables. Sin subestimar la importancia de atajar por igual la raíz ideológica del problema, el islamismo radical, que se nutre de las circunstancias materiales y contextuales. Con todo, falta una pieza central en el puzle que con frecuencia no se saca a colación, por adentrarse en el terreno de la ética y las tradiciones culturales: el crecimiento demográfico y la necesidad de implementar medidas de planificación familiar.

Se espera que para el 2050 el continente africano, el de mayor crecimiento demográfico del mundo, con una media de 5 hijos por mujer, habrá duplicado su población, pasando de 1.300 millones de habitantes a 2.500. Andrea M. Wojnar, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Mozambique, apunta a la relación entre la tasa de prevalencia de uso de contraceptivos, embarazos no deseados de adolescentes, pobreza, y un orden social patriarcal que sustenta la violencia de género. El Banco Mundial estima que reducir en un hijo la fertilidad de las mujeres de Mozambique, cifra que corresponde a sus aspiraciones, aumentaría un 31 % en el PIB per cápita. La ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo, tienen que ir más allá de las necesidades inmediatas y los incentivos económicos y formativos, e incluir junto con la variable demográfica el apoyo a políticas de libre planificación familiar. No hacerlo redundará en el círculo vicioso en que se encuentran atrapados tantos países del continente vecino y que tienen una repercusión directa sobre Europa: desempleo, desafección política, guerras, penetración del yihadismo y su misoginia vandálica –recordemos las niñas secuestradas por Boko Haram– y desplazamientos masivos. Sin olvidar la privación del derecho a la libertad reproductiva de las mujeres

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