Por daniel armirola r.
Cruzando los 150 km de ancho del estrecho de La Florida, ya en territorio estadounidense, la reacción de los cubanos que desde hace décadas hicieron su hogar en Miami y los cayos fue muy distinta a la tranquilidad que se veía en la isla.
Como si se tratara de la celebración de una fecha nacional, de un día de independencia, los disidentes cubanos celebraron en las calles del tradicional barrio Little Havana, la muerte de quien representó para ellos la represión, el autoritarismo, la pobreza y la falta de democracia.
“¡Viva Cuba libre!”, repetían los cubanoamericanos mientras se escuchaban sonidos caribeños y ritmos de conga que hacían recordar las raíces. El tumulto fue especialmente fuerte junto al restaurante Versailles, centro neurálgico de la cultura cubana en Miami.
También se observaban, en medio de los festejos, carteles de campaña de Donald Trump y Mike Pence, banderas cubanas y estadounidenses. Miami demostraba por qué nunca dejó de ser el centro mundial del anticastrismo.
No obstante, retirados de los festejos, disidentes de renombre como Carlos Montaner eran más que escépticos: “Esto no es necesariamente el fin de una era. El régimen continúa intacto, al menos por ahora”.