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El cambio climático está ocurriendo en todas partes, también en Medellín

Recientemente la temperatura de Medellín estuvo sobre los 31,6 grados debido a una serie de fenómenos atmosféricos. Este es un buen momento para hablar sobre este fenómeno.

  • El intenso calor que se está viviendo actualmente en Medellín ha pasado a hacer parte de la vida diaria de la gente. Foto: Camilo Suárez
    El intenso calor que se está viviendo actualmente en Medellín ha pasado a hacer parte de la vida diaria de la gente. Foto: Camilo Suárez
12 de mayo de 2023
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En los últimos días los sensores con los que se ha medido la temperatura del aire de Medellín han registrado hasta 31,7 grados centígrados. Y esto da cuenta de fenómenos mucho más complejos debido a que el tiempo atmosférico, al que solemos llamar clima, está determinado por procesos de gran escala que se repiten cada cierto tiempo y que incluye diferentes fenómenos en los que, además, entran a jugar un papel importante las condiciones topográficas de cada lugar y la manera en las que esas condiciones modifican los movimientos y las direcciones del aire y de agua que se encuentran en la atmósfera, y en la forma en la que se distribuye la energía en el sistema.

Entonces, las altas temperaturas en Medellín son el resultado de muchos elementos que interactúan entre sí. El primero de ellos tiene que ver, tal y como lo explica Alejandro Martínez, doctor en hidrometeorología y catedrático de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia, con que “estamos en una época del año donde a Colombia puede llegar más radiación del sol, debido a la inclinación y a la distancia en que se encuentra la Tierra, y como ha habido días con menos nubes, esa radiación ha podido llegar de manera directa hasta la superficie de nuestra ubicación”.

El segundo, con que se han presentado temperaturas por encima de lo normal en el Océano Pacífico Ecuatorial, incluyendo un fenómeno conocido como El Niño Costero, que afecta considerablemente el clima de Perú, Ecuador y Colombia. El tercero continúa bajo la misma línea: “También se está calentando el Pacífico Central, lo cual está asociado con condiciones tipo El Niño (ENSO), aunque oficialmente no haya comenzado”, explica Martínez.

No obstante, cabe recordar que el ENSO es el principal factor climático que modifica la temperatura y la lluvia en todo el planeta, y que en este momento nos encontramos en una transición anormalmente rápida (una de las razones que alarman a los científicos) de condiciones La Niña (fase fría del fenómeno) hacia condiciones El Niño (fase cálida), aclara Santiago Giraldo Cárdenas, magíster en ciencias del océano y la atmósfera de la Universidad de California.

En otras palabras, como las condiciones atmosféricas y oceánicas, que se usan para determinar en qué fase del fenómeno se está aún no han superado los umbrales definidos para declarar que tenemos condiciones de El Niño, y por tanto no es válido asegurar que las altas temperaturas actuales se deban a este proceso, aunque la rápida evolución hacia condiciones de El Niño, y la consistencia en estos patrones en los últimos meses, son motivo de alarma para la comunidad científica, pues se prevé un fuerte fenómeno El Niño desde el segundo semestre de este año, que puede ser más intenso y duradero que los vividos antes.

El cuarto, con que durante varias semanas la Oscilación de Madden y Julian (MJO por sus siglas en inglés), se presentó en el país. Se trata de otro fenómeno atmosférico que, según Giraldo, funciona como una tapa que se le pone al aire más o menos a 10 kilómetros de la superficie, asociado al desplazamiento de ondas atmosféricas a la misma altura con una periodicidad de dos semanas. Cuando esa ‘tapa’ está activa impide el ascenso del aire, lo que implica menos formación de nubes y menos lluvias, es decir, lo que pasó en las últimas dos semanas es que como esa ‘tapa’ estaba activa y había menos nubes recibimos más radiación del sol en la superficie.

Y el quinto y último, con que hubo un patrón sinóptico que duró varios días y que permitió la entrada de aire seco desde el Atlántico, lo cual disminuyó la temporada de lluvia que es común en esta época cuando el sol transita sobre Colombia hacia las medias y las altas latitudes del hemisferio norte.

Así pues que durante este corto periodo de tiempo confluyen al menos tres fenómenos (la MJO, la entrada del aire seco del Atlántico y El Niño Costero) que disiparon las nubes y las lluvias típicas de marzo, abril y mayo, haciendo que la radiación tuviera efecto en la superficie y produjera las temperaturas recientes que no fueron exclusivas de Medellín, como lo expone Julián Sepúlveda, líder del grupo de meteorología del SIATA, proyecto estratégico del Área Metropolitana:

“Estas condiciones se presentaron principalmente en el Caribe colombiano y parte de la región Andina, dado que el ingreso de esta masa de aire seco se dio principalmente en el norte y en el centro del país, mientras que, en el Pacífico, la Orinoquía y el sur, se presentaron eventos de precipitación y días más húmedos y nublados”.

No obstante, en ciudades capitales como Medellín, en donde hay una expansión urbana tan significativa, se le suma el factor del suelo: no es lo mismo estar bajo el sol en una manga a estar bajo el sol en el asfalto del centro de la ciudad, siempre se sentirá más calor en la superficie cubierta de asfalto que en la natural, porque en el asfalto se gesta un proceso al que se le conoce como ‘islas de calor’.

Un fenómeno estudiado por la Universidad de Wisconsin en el que concluyeron que una gran ciudad para ‘refrescar’ sus calles necesitaría que “los árboles ocuparan una extensión mínima del 40 % del espacio”, como lo referencian en el canal de televisión español La Sexta. Una cifra que parece tan lejana para la ciudad, sobre todo si se tiene en cuenta que aquí hay un déficit de árboles.

Pero el tema con la temperatura no termina ahí. Si bien es cierto que el vocero del SIATA fue enfático en decir que no es adecuado relacionar las altas temperaturas ocurridas en los últimos días con los efectos de este fenómeno, ya que una afirmación así requiere una serie de análisis de varios años de estudio que evalúen si los patrones climáticos de una región han experimentado o se espera que experimenten cambios.

También es cierto que el doctor en hidrometeorología menciona que el cambio climático entra en estas situaciones como un fenómeno de fondo que puede acentuar un poco más las cosas; y que el magíster en ciencias del océano se suma a la conversación anotando que definitivamente el cambio climático es uno de los factores que se deben considerar al hablar de las altas temperaturas que se han registrado en días recientes, pero sin ser el único, pues existen procesos de variabilidad natural como el ENSO y la MJO que pueden contribuir.

“Separar esa ‘responsabilidad’ entre cambio climático y variabilidad natural se le conoce como ‘atribución’, y no es trivial —señala—. Ha sido tal vez una de las razones por las que la ciencia no ha sido escuchada y por las que no se han acatado las recomendaciones de los científicos expertos, aunque se han tenido avances importantes al respecto en los últimos años”.

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Siendo esa una de las razones por las que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), el órgano de las Naciones Unidas que evalúa la ciencia relacionada con el tema concluyó con total certeza en su último informe que:

1. El cambio climático es real.

2. El cambio climático es algo que está sucediendo, no algo que va a suceder.

3. Se tiene evidencia científica de que los efectos del cambio climático ya se sienten en todo el planeta.

Y es que, pese a que en la actualidad se habla de que a partir del 2015 el planeta ha vivido sus ocho años más cálidos (hasta ahora, los tres años más cálidos han sido 2015, 2020 y el 2022, que igualó al 2015, según informes de la NASA y la NOAA) nadie habla de que, primero, los expertos sugieren que la temperatura va a seguir aumentando de manera gradual durante este siglo y “esa tendencia al calentamiento es alarmante —expresó Bill Nelson, administrador de la NASA en un comunicado de prensa—. Nuestro clima cada vez más cálido ya está dejando huella: los incendios forestales se están intensificando; los huracanes son cada vez más fuertes; las sequías están causando estragos y el nivel del mar está aumentando”.

Y segundo, que fue justo en ese año (2015) cuando la temperatura de la superficie del planeta aumentó por primera vez a un grado centígrado (hoy ha aumentado a 1,09) “desde la era preindustrial, más rápido que en cualquier otro momento de los últimos 2000 años”, anotan en Climate Science 2030, el portal de las Naciones Unidas en el que se encuentran alojadas, y son de libre acceso, las investigaciones del IPCC.

O sea, los niveles de gases de efecto invernadero ha crecido en las tres últimas décadas quedando patentados en la atmósfera, los océanos, la criosfera y la biosfera, y las temperaturas globales les han respondido aumentando al mismo ritmo, dejando entrever que de aquí en adelante el aumento será gradual, sin posibilidades de retroceso, y según un estudio de la Oficina Meteorológica de Reino Unido publicado en mayo del 2022 y citado por la BBC Mundo, “es casi seguro que entre el 2022 y el 2026 algún año supere el récord del más cálido” en la historia de la humanidad y que sucederá, muy probablemente en un año en que se dé El Niño.

Ahora bien, el aumento de la temperatura mundial es una señal importante del veloz cambio climático que está en curso, pero también hay otras señales ya que es fácil asumir que sus principales consecuencias tienes que ver con el intenso calor, puesto que siempre se ha hablado de cambio climático y calentamiento global como si fueran la misma cosa y no lo son, aunque están relacionadas —comenta Giraldo—. El calentamiento global (el primer síntoma que identificamos del cambio climático) hace que los eventos extremos se hagan más extremos, es decir, que se hagan más extremos los eventos de calor pero también de frío. Así como hay lluvias intensas, hay sequías intensas.

¿Y cómo va a afectar eso a las ciudades? En las investigaciones del IPCC queda bastante claro (aunque anuncian que harán un estudio especial con este enfoque), pues se prevé “que las ciudades y sus poblaciones están expuestas a muchos de los riesgos climáticos actuales y futuros, y que algunos efectos, como los fenómenos meteorológicos extremos, pueden dañar infraestructuras vitales, viviendas y servicios básicos, lo que incrementa la vulnerabilidad de los residentes”, puede leerse en el documento.

Y pone como ejemplo, para ilustrar la interacción entre el CC y el desarrollo urbano, precisamente, las ‘islas de calor’ y las temperaturas del aire en las grandes ciudades, con su escasa vegetación, alta densidad de población y asfalto en edificios y carreteras, que por lo general son más altas que en las zonas circundantes, y que por lo mismo serían más difíciles de tolerar en los entornos urbanos.

No obstante, ese mismo escenario representa una gran oportunidad para mitigar esos impactos: “Se sabe por las estimaciones del PNUMA, que las ciudades son responsables del 75% de las emisiones mundiales de CO2, siendo el transporte y los edificios los que más contribuyen a ellas. Por eso, mejorar la eficiencia energética, desarrollar los transportes públicos y abordar otras cuestiones medioambientales en las zonas urbanas pueden mejorar el bienestar y favorecer en gran medida la lucha contra el cambio climático”.

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Lo cual remite a otra pregunta: ¿por qué si desde hace tres décadas se conocía el problema, aun no se han tomado acciones concretas para erradicarlo? La respuesta tiene que ver con que, el mayor factor que ha contribuido al aumento de la temperatura de la Tierra (las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, incluyendo el CO2) hacen parte fundamental del estilo de vida de los humanos desde la revolución industrial.

Y descarbonizar la economía global no solo implica retar los poderes económicos y políticos actuales, sino que implica también un cambio en la forma en que se crean y distribuyen bienes y servicios, la manera en que nos movemos, cómo producimos la comida, y aunque todo eso parece implicar un cambio radical en el estilo de vida, avances tecnológicos en eficiencia energética y fuentes alternativas de energía nos demuestran que no necesariamente sea el caso.

“Parece que no se han tomado acciones de gran impacto, y esto tiene que ver con que se requiere mucho esfuerzo, coordinación y voluntad política para emprender los cambios que nos ayudarían a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Tocaría ir cambiando de forma decidida las formas de energía que usamos (incluyendo la reducción de uso de combustibles fósiles), y a la larga también se requeriría una reducción en nuestros patrones de consumo”, apunta Martínez.

Como dice el IPCC, el cambio climático es una amenaza innegable, que ya está ocasionando daños irreparables a nuestro bienestar y a la salud del planeta, lo cual significa que aunque algunos de sus efectos no se puedan evitar, sí se pueden menguar, ¿cómo? Con una disminución rápida y profunda de las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo de CO2, para que las temperaturas globales sean inferiores a 1,5 grados, pues cuando en el 2015 el mundo tomó conciencia del impacto ambiental que estábamos ocasionando los humanos, 97 países firmaron el Acuerdo de París, en el que se comprometían a mantener el aumento de las temperaturas globales muy por debajo de los 2 grados centígrados.

Lo cual es muy posible hacerlo siempre y cuando se tomen decisiones puntuales. Algunas a nivel de país, tomadas por los gobiernos, que impliquen cambios en la gran escala necesaria para cambiar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y empezar a gestionar recursos y esfuerzos para adaptarnos a los cambios en el clima que ya se han puesto en marcha, según la visión del profesor de la Universidad de Antioquia; y algunas a nivel de individuo, hay muchas, pero no me atrevo a sugerir una u otra. “Cada persona, dentro de sus posibilidades, puede contribuir modificando su consumo energético, el uso de transporte movido por combustibles fósiles, o cambiar sus hábitos de consumo y las prácticas agrícolas e industriales”, según la visión del magíster de la Universidad de California.

Sin embargo, y ambos son enfáticos en esto, si las acciones individuales no están soportadas y acompañadas por acciones conjuntas globales, no es mucho lo que puedan contribuir realmente. El cambio climático es un problema que nos afecta a todos, y todos debemos contribuir (en conjunto como civilización) de una forma u otra, para solucionarlo. Por eso, cada elección importa.

PARA SABER MÁS

¿Por qué al día de hoy no se han tomado acciones que tengan un impacto significativo y representativo en la desaceleración de la temperatura?

Santiago Giraldo responde: “Ha habido iniciativas globales con muy buenas intenciones, como el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París. Lastimosamente estas iniciativas no han tenido los resultados esperados porque requieren compromisos y acciones concretas que no todos los países han estado dispuestos a realizar, aunque las acciones globales requieren mucho más que la voluntad política de las naciones. Es un problema complejo porque los países ricos, que desarrollaron sus economías a partir de emisiones de CO2 (principalmente) no pueden simplemente obligar a que los otros países renuncien a la posibilidad de desarrollar sus economías a partir de la industrialización. Las soluciones al cambio climático requieren, además, de grandes inversiones económicas: ¿quién está dispuesto a pagar por ellas? Tradicionalmente se ha entendido este problema como una suerte de elección entre la economía y la vida, una elección muy difícil porque sacrificar la economía también puede costar vidas al reducir inversiones en otros aspectos igualmente importantes. Yo personalmente no creo que la elección sea esa: el crecimiento económico no tiene por qué estar sometido a la emisión de gases de invernadero. Tenemos el avance tecnológico y científico para pensar en otras posibilidades, sin sacrificar la economía de los países, pero requiere esfuerzos y compromisos conjuntos y globales. La pregunta es ¿podremos ponernos de acuerdo y remar todos para el mismo lado a nivel global?

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