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Museos vivos donde se tejan nuevas formas de entendernos

Henry Arteaga, conocido como el Jke, ha construido un proyecto de vida para cientos de jóvenes que no parecían tener una opción distinta a la violencia. Desde Aranjuez hace su propuesta.

  • Barrio San Javier, comuna 13, uno de los balcones que tiene la ciudad. Vista nocturna desde lo alto del sector. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
    Barrio San Javier, comuna 13, uno de los balcones que tiene la ciudad. Vista nocturna desde lo alto del sector. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
02 de noviembre de 2025
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Colaboración especial de Henry Antonio Arteaga Ospina

Medellín cumple 350 años. Tres siglos y medio de historias tejidas en sus montañas, de transformaciones que han deslumbrado al mundo y de heridas que aún sangran en silencio.

Esta es la ciudad del metro, de las escaleras eléctricas en las comunas, de los grandes eventos internacionales, pero también la ciudad de los barrios que resisten, de las familias que luchan cada día y de la juventud que busca oportunidades en medio de un sistema que muchas veces les da la espalda.

Bajo esta narrativa de innovación y éxito persisten profundas desigualdades. Medellín sigue siendo una ciudad donde la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades marcan la vida cotidiana de miles de familias.

En las últimas décadas, nuestras comunas han cargado el peso de la guerra urbana, de las economías ilegales y de la estigmatización. Aunque algunos indicadores han mejorado, la realidad es que para muchos jóvenes la promesa de la ciudad innovadora sigue siendo lejana.

En barrios donde las oportunidades no llegan, pero sí las series de streaming que glorifican a los narcos, el mensaje es contundente: la riqueza rápida, el poder a cualquier costo y la violencia como herramienta de ascenso social siguen siendo referentes vigentes. Mientras tanto, el sistema educativo público se ve rebasado, sin la capacidad de ofrecer alternativas reales.

Esta es la encrucijada de Medellín en sus 350 años: profundizar la cultura de la vida o repetir el ciclo de violencia con nuevos protagonistas.

En los años más oscuros de nuestra historia, una fuerza silenciosa mantuvo viva la esperanza: las organizaciones culturales y sociales de base. Sin recursos estatales ni respaldo empresarial, colectivos artísticos y comunitarios se atrevieron a habitar los lugares donde antes reinaba la violencia. Con grafitis, ritmos urbanos, danza, teatro y procesos pedagógicos, convirtieron esquinas peligrosas en escenarios de vida.

Desde Crew Peligrosos, 4Eskuela y muchos otros procesos, durante décadas no solo hemos creado arte, hemos tejido comunidad. Espacios que se han convertido en refugios donde la creatividad y la resistencia se unen para transformar el dolor en fuerza colectiva. Son pilares invisibles de la ciudad, auténticos laboratorios de paz y convivencia.

Sin embargo, a pesar de su impacto, siguen siendo poco reconocidos y enfrentan enormes desafíos para garantizar su sostenibilidad. En momentos simbólicos, como esta gran celebración de los 350 años de Medellín, estas voces no siempre son convocadas ni incluidas en la narrativa oficial. La ciudad que hoy se celebra fue sostenida por estas resistencias culturales, pero rara vez se les da un lugar protagónico en las decisiones y estrategias de futuro.

Por eso es apremiante que desde la empresa privada y el Estado se reconozcan y fortalezcan estas organizaciones, a fin de garantizar que puedan crecer y proyectar su trabajo a largo plazo como socios estratégicos para la transformación social.

La propuesta: Museos Vivos

Para los próximos cincuenta años propongo que Medellín se piense como una ciudad donde cada comuna cuente con un Museo Vivo de Memoria y Convivencia. No un museo tradicional con paredes frías y vitrinas, sino un espacio comunitario vital, donde la historia sea contada por quienes la han vivido y donde se tejan nuevas formas de entendernos como sociedad.

En Medellín hemos cometido el error de derribar lugares que, aunque incómodos, forman parte de nuestra identidad colectiva. El caso del edificio Mónaco es un ejemplo: en lugar de transformarlo en un sitio para la reflexión y el aprendizaje, se optó por borrarlo, como si al desaparecer las paredes también desaparecieran el dolor y la responsabilidad.

Esta política de demolición tiene raíces históricas. Durante la conquista se borraron sistemáticamente las huellas de las culturas ancestrales. No se trata de comparar a los narcotraficantes con los pueblos originarios, sino de reconocer una misma lógica de poder: cuando algo incomoda a los sectores dominantes, se elimina en lugar de resignificarlo. Así, el relato queda incompleto, y con él nuestra capacidad de aprender de los errores y, en el caso de los pueblos originarios, de comprender y vivir en armonía con la naturaleza y la espiritualidad.

Por esto, en vez de destruir, debemos resignificar. Los museos vivos surgen de esta convicción: la memoria no se borra, se transforma en un pacto colectivo de no repetición y en una herramienta para sanar. Estos museos vivos tendrían tres propósitos principales:

Recuperar la memoria de los barrios. Contar, sin censura, lo que ha pasado en cada territorio: violencias, pérdidas y resistencias.

Promover la reflexión y la paz. Ser lugares donde niños, jóvenes y adultos comprendan la historia de Medellín más allá de los relatos glorificados del narcotráfico. Sembrar en las nuevas generaciones la certeza de que hay otros caminos posibles y dignos.

Transformar la mirada externa de la ciudad. Hoy, muchos turistas vienen a Medellín buscando el rastro de Pablo Escobar. Estos museos serían una alternativa ética, que muestre la resiliencia y la creatividad de las comunidades que decidieron cambiar la muerte por vida. En lugar de recorridos que celebran a los victimarios, se brindarían rutas que conecten historias de resistencia, murales, música y procesos comunitarios. Estos museos vivos no solo guardarían memoria: serían semillas de futuro, espacios donde se construya ciudadanía crítica y protagonista, capaces de construir una Medellín más justa y consciente.

Ciudadanos protagónicos

Un museo vivo no es solo un espacio físico. Es una plataforma de encuentro, donde se reconocerá el valor de las identidades territoriales y se tejerán respuestas colectivas a los problemas comunes. Allí la empresa privada, la academia, las instituciones públicas y las comunidades podrían trabajar de la mano, superando la fragmentación y la desconfianza. Para lograrlo sea se necesita un compromiso sostenido:

Que los planes de desarrollo de los gobiernos incluyan la memoria y la cultura de paz como prioridad programática. Que el sector privado vea estas alianzas más allá de la filantropía, como inversión en la sostenibilidad y la paz de la ciudad. Que la ciudadanía entienda que el cambio no viene solo de arriba, viene también de la organización y la corresponsabilidad.

El sueño que convoca

Sueño con una Medellín donde mis hijas crezcan sin miedo, donde pensar diferente no cueste la vida. Sueño con que ellas conozcan la historia de nuestra ciudad, no para repetirla, sino para transformarla. Que puedan decir con orgullo que su papá, junto a otros, eligió el arte como herramienta para sanar y construir futuro. A los 350 años de Medellín, el mejor regalo que podemos darle, más que un nuevo edificio o una gran obra pública, es un acto simbólico por la memoria y la vida.

Un compromiso para que dentro de cincuenta años, cuando celebremos los cuatrocientos, la ciudad no solo sea reconocida por su innovación, también por la dignidad y la paz que habitan en cada uno de sus barrios. Porque la Medellín que soñamos no se mide solo en metros construidos: se mide asimismo desde la capacidad de sanar, recordar y construir juntos el futuro.

Colaboración especial de Henry Antonio Arteaga Ospina. Conocido como El Jke, este líder del hip-hop y fundador de la agrupación Crew Peligrosos, del barrio Aranjuez, inició su trayectoria en 1995, a través de la música y la danza, y con 4Eskuela forma gratuitamente a jóvenes en MCing, DJing, Breaking y Graffiti. Su aporte social y cultural le valió en 2016 el Premio WOMEX, que lo consolidó como referente del arte urbano y la juventud.

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