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Firmantes del Acuerdo de Paz ‘tejen’ su nueva vida desde un taller en barrio Antioquia

Montaron la asociación Medepaz y un taller de confecciones en el que fabrican prendas con mensajes alusivos a la paz. La intención es proyectarse en Medellín y generar alternativas de ingresos.

  • La participación en ferias le está permitiendo a Medepaz darse a conocer con su marca Mujeres Origen. Buscan abrir mercados locales, a través de Colombiamoda, e internacionales. FOTO ESNEYDER GUTIÉRREZ
    La participación en ferias le está permitiendo a Medepaz darse a conocer con su marca Mujeres Origen. Buscan abrir mercados locales, a través de Colombiamoda, e internacionales. FOTO ESNEYDER GUTIÉRREZ
  • La sede de Medepaz y el taller de confecciones están ubicados en la sede cultural del barrio Antioquia. La maquinaria la obtuvieron gracias a un proyecto con perspectiva de género que les financiaron. FOTO cortesía
    La sede de Medepaz y el taller de confecciones están ubicados en la sede cultural del barrio Antioquia. La maquinaria la obtuvieron gracias a un proyecto con perspectiva de género que les financiaron. FOTO cortesía
07 de agosto de 2023
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En un salón comunal del barrio Antioquia hay algunas mesas de madera, ocho máquinas de coser y materiales para confeccionar prendas. En este mobiliario exiguo tienen fincadas todas sus esperanzas de futuro 83 firmantes del acuerdo de paz con las Farc que conforman la asociación Medepaz.

Ellos llegaron desde distintas zonas como Urabá, el Suroeste antioqueño, el Atrato Medio y otras áreas de Chocó, lo mismo que de Caquetá, después de colgar sus camuflados y entregar sus armas, confiados en que en la segunda ciudad del país había mejores condiciones para reiniciar sus vidas.

Edith Moreno, por ejemplo, la directora, había ingresado a la guerrilla a los 14 años y ahora tiene 53, lo cual quiere decir que estuvo 32 años en una vida donde no tenía que pensar qué iba a hacer al día siguiente, porque la cotidianidad transcurría en un campamento o “en marcha”, la comida se preparaba de manera colectiva y generalmente bastaba con cumplir órdenes.

Pero desde noviembre de 2016, cuando sus jefes firmaron con el Gobierno de Juan Manuel Santos el Acuerdo de Paz, a los 13.609 excombatientes les tocaba aprender a vivir de nuevo como seres autónomos. Pensar dónde vivir y qué iban a comer cada día. Todo con el agravante de tener que mantener a una familia y en muchos de los casos también el estar ya viejos o “chuecos” por las heridas de guerra.

Algunas, como Edith se animaron a fijar su domicilio en la capital antioqueña por tener familiares que eventualmente pudieran convertirse en una red de apoyo para ese camino incierto que emprendían. En su caso, aunque por los azares de la vida guerrillera prácticamente perdió el contacto con dos hijos, ya mayores de edad.

Franklin Maturana, el subdirector de Medepaz, de 41 años, prefiere no hablar de su vida mientras estuvo alzado en armas, pero relata que antes de enmontarse vivía en Medellín y había terminado bachillerato. La ventaja en su caso es que nunca perdió el vínculo con la familia.

En este momento su pareja completa tres meses de embarazo y aparte él tiene un hijo que tuvo estando en las lides de la guerra y otro que concibió posteriormente, cada uno con una madre diferente.

Como es obvio, no le alcanza con el estipendio o renta básica equivalente al 90% de un salario mínimo que recibe del Gobierno, por lo que ha emprendido varios negocios para completar los gastos de arriendo, servicios y pago de cuentas.

Tan pronto como se reincorporó a la vida civil hizo una técnica de liderazgo democrático con la Universidad Nacional sede Bogotá, en modalidad virtual, y una técnica de talento humano presencial, en Medellín, logrando ejercer en una empresa donde hizo las prácticas y luego en otra que emplea a excombatientes de todos los bandos. Pero llegó la pandemia y el trabajo se acabó.

Lo siguiente fue su vinculación laboral por casi un año con la ONG Planeta Paz, en un proyecto en el que se trataba de capacitar grupos en nuevas masculinidades y empoderamiento femenino, y ahora está pendiente de una vinculación con un programa a través de la Alcaldía de Medellín gracias a un contacto que hizo a través de Medepaz.

Es decir que, mal que bien, ha logrado sobrevivir porque dispone de más herramientas que la mayoría de sus excompañeros que normalmente no aplican para un perfil laboral bien por la falta de capacitación o porque tienen alguna discapacidad.

Es el caso de Edith, quien siempre tuvo como fuerte la labor con comunidades y eso le sirvió para asumir un rol protagónico en la transición hacia la vida civil, ayudando a organizar a los reincorporados en los ETCR (espacios territoriales de capacitación y reincorporación), pero ya sola y a la hora de buscar trabajo se topó con que no contaba con capacitación laboral. En lo único que encajaba era en servicios generales.

Ahí se le ocurrió que podía continuar potenciando su capacidad para organizar gente y fue llamando a otros compañeros, hasta alcanzar a reunir a 25 con los que fundó la Asociación Medellín es Paz (Medepaz), en 2021. La idea era gestionar proyectos no solo para el sostenimiento de ellos sino que les permitieran una proyección social para el beneficio de grupos sociales vulnerables, como las víctimas.

“A los tres meses ya éramos 39 y actualmente la asociación la conformamos 31 mujeres y 52 hombres”, relata con un deje que demuestra su orgullo por el objetivo alcanzado con creces.

Y añade que el nombre tiene un significado profundo para ellos: “Esta es una de las ciudades donde ha habido más violencia y porque creo que si visualizamos un futuro lo vamos a lograr”.

Los 380.000 pesos que costaron los trámites iniciales de constitución se reunieron de los 20.000 pesos que debía dar cada asociado como aporte por la membresía.

Pero hasta ahí seguían siendo una entidad de papel. La “sustancia” llegó por cuenta de un proyecto para una iniciativa productiva “con enfoque de género”, es decir “liderado por mujeres y para mujeres” que les aprobó la Embajada de Noruega.

Con esos 70 millones de pesos compraron las máquinas y parte de las telas para comenzar a producir en su taller de confecciones que constituye una de las líneas de acción de Medepaz, porque también busca contactos con instituciones que les ayuden a ubicar laboralmente a los asociados.

El problema era que se aproximaba la fecha en que les iban a entregar las máquinas y todavía no tenían dónde meterlas. Entonces, el ángel salvador fue un contacto que les ofreció ocupar la sede de la Casa de la Cultura del barrio Antioquia con la única condición de que tocaba pintar el local porque no estaba en muy buenas condiciones y seguir pagando los servicios.

En noviembre del año pasado recibieron todo y en febrero empezaron a elaborar camisetas aprovechando los conocimientos en confección que habían obtenido algunas compañeras fabricando los uniformes para la organización armada.

Unas prendas tienen mensajes de paz, otras, imágenes de heroínas de la historia y otras, mensajes alusivos al valor de la memoria en la construcción de la paz.

Hasta ahora las han vendido en ferias que les abren las puertas, al lado de otros productos que salen de proyectos de otros desmovilizados como el Café Paramillo o la cerveza La Trocha, bajo el sello común Hecho en Paz que corresponde a una estrategia nacional para la sostenibilidad económica de los firmantes del acuerdo con las Farc.

Ellas, por su parte, están consolidando su propia marca, Mujeres Origen, para las piezas de vestir que confeccionan, denotando justamente el enfoque de género que sigue teniendo el proyecto a pesar de que la mayoría de los integrantes sean hombres.

Por lo pronto, el taller de confecciones solo es una opción de ingresos para cuatro mujeres, pero el reto es crecer hasta poder generar empleo para el mayor número de asociados posible.

“El plan para el año entrante es ir a Colombiamoda. Este año no estuvimos porque todavía no estábamos preparados”, explica Enith, quien también cuenta como cabeza de este sueño que se visualizan como una gran empresa que logre poner su marca en almacenes reconocidos y hasta exportar aprovechando el sello Hecho en Paz en la línea textil.

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