Rodolfo Correa cree que la insistencia de un sector de asociarlo con Daniel Quintero, como su carta bajo la mesa para las elecciones por la Alcaldía, tiene como fin cobrarle el hecho de que no quiere jugar en la estrategia de polarización. Aquí explica su relación con Óscar Hurtado y Gabriel Jaime Rico, los aliados de Quintero.
Usted lleva 5 meses y ha recogido 126.000 firmas, ¿cómo hacen ciertas campañas para recoger 250.000 en 46 días?
“Eso se hace filando contratistas y forzándolos a que consigan las firmas. No hay otra forma. Yo estoy llegando a 2.700 voluntarios en la campaña y es un trabajo duro en la calle”.
Y la gente en la calle se queja de los políticos...
“Cuando uno sale a la calle tiene que tener una cosa clara. Y es que a la mitad de la gente no le gusta la política. Eso es una cosa difícil para uno. ¿Por qué? Porque ya uno sabe que en teoría la mitad de la gente va a rechazar el contacto. Y efectivamente así nos está pasando. Por cada cinco que se abordan, dos firman. Ya estando en el territorio, la realidad es que ante esa apatía, antipatía y escasa simpatía, uno tiene que tener, digamos, la madurez suficiente para entender que eso es normal. A la gente no le gusta la política. Eso es una realidad.”.
¿Y sobre la ciudad qué dicen?
“Una de las cosas que he podido confirmar es que es un mito eso de que Quintero tiene el control de la zona norte de la ciudad y los estratos 1 y 2. Eso es una mentira. Una de las constantes que nos hemos encontrado, claro, en la medida en que va subiendo el estrato, efectivamente, va subiendo la desaprobación. Pero uno va y recorre la comuna 1 y encuentra un 30, 40% de la gente que le manifiesta su mala posición frente a él. Pero ya cuando usted va, por ejemplo, a San Javier o Belén, eso ya es otra cosa. Ya ahí pasamos de un 40 a un 70 de desaprobación del alcalde”.
¿A propósito del alcalde, a usted por qué lo señalan de ser una especie de carta oculta de Quintero?
“Porque hay una campaña promovida en la extrema derecha. Digamos que esa facción de la política local tiene una gran necesidad en su planteamiento estratégico de que la ciudad sea blanco o negro. Es decir, que el debate se libre entre izquierda y derecha. Ellos son amigos de la polarización. Desde que yo salí de la Secretaría de Agricultura dije que no hacía parte de la polarización. Yo reconozco que Daniel Quintero es el peor alcalde que ha tenido Medellín en su historia. Y se lo digo porque he estudiado y conozco la historia de mi ciudad. Pero a mí sí me parece un error que una campaña se estructure sobre las ruinas de la alcaldía de Daniel Quintero porque de esa forma vamos a seguir hundiendo la ciudad, dándole continuidad a ese debate de odio que él sembró.
¿Puede explicar por qué Quintero sembró odio en Medellín?
“Mire, yo he estudiado mucho el tema de Daniel Quintero, muchísimo. Y lo he hecho desde la comunicación política en los tiempos de la era digital. He logrado comprender que en estos tiempos en donde hay tanta información y donde el principal instrumento de nutrición informativa y formativa es el celular, en donde la reflexión se reduce a un scroll, es mucho más eficiente una comunicación política que radicalice y que use o la rabia o el miedo como instrumentos de comunicación. Eso es mucho más eficiente, es decir, es más barato. Es más barato porque hoy la gente entra a las redes ni siquiera buscando información. Y usted lo sabe, la gente entra a cazar emociones. Los ciudadanos nos hemos vuelto cazadores de emociones.
Nosotros no buscamos que nos informen, sino buscamos quien comulga con nuestra emoción aquí. Y al que comulgue con nuestra emoción lo seguimos. Y nos volvemos un fan. Por eso hoy en estos tiempos se está aplicando la metodología de las tres P: Uno, polarización, amigo enemigo. Dos, populismo, dígale a la gente todo lo que quiera escuchar y prometa todo lo que quiera, así uno lo puede cumplir. Y tres, posverdad. Tome una verdad y envuélvala en diez mentiras. Eso es Daniel Quintero en su estructura comunicacional, la metodología de las tres P.
Frente a ese tema de la polarización a mi me cabe esta reflexión. Yo llevo 25 años preparándome para este momento, estudiando filosofía, política, comunicación, derecho, siendo profesor universitario, entonces ¿voy a caer en la mediocridad de la estrategia de la polarización y del odio como instrumento para llegar al pode?. La respuesta ética es no. Me resisto a eso”.
Cuando habla que desde la extrema derecha le están haciendo esos señalamientos, ¿a quiénes se refiere?
“La extrema derecha en esta ciudad está representada por Andrés ‘el Gury’ Rodríguez; por una tuitera que se denomina en Twitter como Tyche; y ahora se han sumado el concejal del Centro Democrático Sebastián López y otros de sus amigos. Se han dedicado a armarme la campaña negra porque no quieren que haya una alternativa distinta a los extremos. Y ellos creen que solo debe haber una pelea entre el candidato de ellos, que seguramente será Federico Gutiérrez, y otro de la extrema izquierda. Y yo creo que esta ciudad tiene derecho a otra opción. Y si sale Federico Gutiérrez, lo voy a enfrentar con la altura que enfrenté a Aníbal Gaviria”.
Pero quizás esos señalamientos se basan en la cercanía que usted ha tenido con algunos aliados de Daniel Quintero como Óscar Hurtado y Gabriel Jaime Rico...
“Eso es lo que se llama la posverdad. A eso me refiero: tomar un hecho verdadero y envolverlo en diez mentiras. El hecho de que yo sea o haya sido amigo de alguien no me convierte ni en lo que ese alguien es, ni en su socio político, ni en su socio comercial, ni en su socio económico. Mire, esto es tan claro como que en la campaña pasada, yo fui candidato a la Gobernación y fui un competidor de Aníbal Gaviria. Y Aníbal Gaviria al final hizo equipo con Daniel Quintero. Y Aníbal Gaviria recibió el apoyo del Partido Conservador en sus bases, del Partido Liberal, de Cambio Radical, del Partido Verde. Y el hecho de haber tenido ese contacto, relación, no ha hecho jamás que se comprometa la integridad del gobierno de Aníbal Gaviria. Jamás. El hecho de que uno tenga o haya tenido relación con alguien no le da derecho a decir a usted es lo mismo que el otro”.
¿Y cuál es, o era, su relación con Óscar Hurtado y con Gabriel Jaime Rico?
“Cuando volví de estudiar de España, no tenía ningún contacto en la política, porque yo era asistente de un fiscal de derechos humanos. Busqué un partido que fuera más o menos afín a mi pensamiento político del momento y encontré el Partido Liberal. Allí estaba don Guillermo Gaviria Echeverri y él me ayuda a entrar al Partido y creamos afinidad con alguien que había sido mi profesor, Ramón Elejalde. Con ellos y con Óscar Hurtado, que venía de ser el alcalde de Tarso, hice cerca de ocho años política. Renuncié luego al Partido cuando me robaron las elecciones para ser secretario General. Entonces volví a la universidad ahí fue que hice mi maestría y escribí cinco libros. Con Gabriel Jaime un día me encontré con él en un aeropuerto, con él me había cruzado en las correrías políticas cuando yo era liberal y él era concejal conservador, y me invitó a que estuviera en su campaña. Y como ese bicho de la política a uno no se le quita, entré en la campaña pero perdimos, ganó Federico. Cada quien cogió por su camino. En las siguientes elecciones Gabriel Jaime le ayudó a Daniel Quintero y yo le ayudé a Alfredo Ramos. Óscar Hurtado le ayudó a la Gobernación a Aníbal Gaviria. Pueden buscar los resultados electorales: en Tarso, Aníbal sacó 1.600 votos y yo 45. Entonces, posverdad, coger una verdad y envolverla en diez mentiras”.
¿Cómo llegó entonces a ser secretario de Agricultura?
“Aníbal Gaviria me invitó. Después de los debates, después del contraste que tuvimos en la campaña, me invitó. ¿Qué dijeron algunos? Que yo tenía un acuerdo debajo de la mesa con Aníbal Gaviria. Falso. Salí de la Gobernación y a Aníbal Gaviria le di las gracias y le notifique mi decisión. Ni le pedí permiso, ni soy el candidato de él. Porque uno tiene que entender hasta dónde llegan las relaciones con las personas. Porque yo entiendo que la política es la única actividad humana en la que se puede lograr el consenso dentro del disenso”.
¿Y conocía a Daniel Quintero?
“Claro, como medio Medellín lo conocía. No estuve en la campaña de él. Estuve en la campaña de Alfredo Ramos. ¿He vuelto a reunirme con él? Jamás. Sí me encontré con él en un evento en la Gobernación cuando yo era secretario de Agricultura y él alcalde. Esa es, digamos, la radiografía transparente de mi relación con él”.
¿Entiendo la distancia política, pero siguen siendo amigo de Hurtado y de Rico?
“Evidentemente se ha deteriorado la relación, la amistad, la permanencia. Mi paso por la secretaría implicó el alejamiento de muchos de ellos. Esta situación de tensión que se está viviendo termina afectando también las relaciones personales. Mire, acabo de darles con claridad mi opinión sobre el gobierno de Daniel Quintero. Esa opinión se ve reforzada solo con una idea que he procesado mucho evaluando su gobierno”.
¿Cuál es esa idea?
“Pienso en cuál había sido nuestro éxito en Antioquia como sociedad. ¿Por qué a nosotros nos venía yendo bien como sociedad? En estos días vi la entrevista que le hicieron a Alejandro Echeverri y él decía que nosotros no éramos perfectos, pero por lo menos teníamos un camino. Me pareció muy acertado. Y hoy, que estaba leyendo un discurso de Ronald Reagan, decía él que el éxito de la sociedad americana ha sido que el pueblo tiene un gobierno. Y no un gobierno con un pueblo. Eso creo que es lo que está pasando en Medellín. Y es que nosotros siempre habíamos sido una ciudad con una alcaldía. Y estos muchachos creen que es una alcaldía que tiene una ciudad. Y digo estos muchachos porque es que lo que está pasando aquí, es muy grave, es que nos están gobernando unos niños”.
¿Por qué lo dice?
“Porque se comportan como infantes. La forma pueril, imprudente e irresponsable de actuar evidencia que nos están gobernando los niños. ¿Usted cómo puede entender, por Dios, que estos tipos viendo que están destruyendo el estadio, salgan a apoyar a los destructores del estadio solo porque esos destructores están apoyando a sus candidatos a la alcaldía? ¿Entonces vamos a seguir nosotros gobernados por unos niños, por gente con mentalidad adolescente. No, no, no, no puede ser. Mire, yo les soy muy sincero. Yo no necesito la política para vivir. Yo tengo de qué vivir y me ha ido muy bien en la vida. Yo me metí en esto porque yo creo, como decía Aristóteles, que el precio de no participar en política es ser gobernado por los peores. Y eso es lo que está pasando hoy”.
Usted dijo en algún momento que no lo estaban dejando hacer campaña, ¿tiene dificultades en los barrios?
“Pues no es fácil, pero yo ya me metí y no me importó lo que pasara. O sea, yo sigo yendo a los barrios. Pero la verdad, sí tengo que decirles que la alcaldía no es neutral y eso me parece mal”.
¿En qué sentido no es neutral?
“Yo le dije al alcalde, oiga, atiéndame para que usted entienda lo que está pasando y para que me dé garantías, y para que nos dé garantías a todos. No fue posible. El tipo no quiso atendernos. Pero otra cosa que ya he hecho pública es que llevo tres tutelas contra la alcaldía porque no me contestan los derechos de petición”.
¿Y usted qué le ha pedido a la alcaldía?
“Que me den la información, cómo están Empresas Varias, cómo está EPM, cuál es la situación financiera, la situación de personal. No me dan la información. Y acabo de decirles, oiga, déjenme poner las vallas y déjenme poner pasacalles que yo estoy recogiendo firmas. Y no me dejan poner los pasacalles”.
¿Cómo así? ¿Y las vallas sí?
“No, la valla tampoco me la dejan poner en el espacio público y ya el Consejo Nacional Electoral dijo que los que recogemos firmas tenemos derecho”.
¿A cuántas vallas tienen derecho? Porque yo veo que hay muchos candidatos ya con muchas vallas.
“Sí, pero son privadas. Pero es que, miren, lo que pasa es que una valla privada vale seis millones de pesos, no es fácil para uno. Y perdónenme que no quiero poner quejas porque eso es muy feo, pero no puede ser. Para mí no es fácil como a (Albert) Corredor tener diez vallas. O sea, diez vallas que van a ser sesenta millones mensuales. Yo no tengo sesenta millones de mensuales para eso. Por eso les dije y le estoy diciendo a la Alcaldía, déjenme poner las vallas públicas. Es que una valla pública vale un millón de pesos todo el tiempo. Porque uno solo tiene que pagar la estructura, o sea, el componente físico. Y no me dejan poner las vallas”.