Hace unos cuantos meses, en un gran concierto de música cristiana que se realizó en el estadio Atanasio Girardot, apareció el alcalde Daniel Quintero en medio de plegarias y cánticos religiosos para pedirle a los asistentes que oraran por él y por la ciudad, que lo necesitaba. Minutos antes su esposa Diana Osorio había dado un discurso como de esposa de pastor, invocando bendiciones, decretando el amor de Jesús, más de uno se quedó sorprendido.
Se trató de un concierto organizado por una iglesia de Texas, Estados Unidos, que tiene como objetivo sembrar una sede en Medellín. Con gran poder monetario y de lobby lograron que les volvieron a prestar (sí, prestado), el estadio, con la excusa de que traerían a la ciudad algunos de los artistas evangélicos con más escuchas y seguidores en redes sociales, entre ellos el bogotano Álex Campos y el dominicano Redimi2.
Aunque les volvieron a prestar el estadio, el alcalde Quintero no apareció en la tarima, pero sí estuvo detrás de la organización, pues cuando anunció a los artistas de la Feria dijo que esta vez se iba a realizar el concierto cristiano más grande de Latinoamérica en Medellín: “Tendremos en el cierre, el concierto cristiano más grande en la historia de América Latina. Iniciaron con una fecha y ya van en 3 fechas seguidas y más de 150 mil asistentes”, dijo.
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En sus discursos, el alcalde siempre se muestra cercano al cristianismo, incluso hace unas semanas estuvo con su familia recorriendo los pasos de Jesucristo por Jerusalén, como lo mostró en sus redes sociales. Sin embargo, se trata de una estrategia comunicativa más, pues la pareja también se muestra cercana a las creencias indígenas ancestrales, al budismo, a la nueva era y a la meditación, todas prácticas que no tienen nada que ver con el cristianismo pero que son muy útiles para convencer a quienes buscan votos. Hay que recordar aquella frase de Paul Valéry: no se gobierna con la mera coerción, hacen falta fuerzas ficticias.