El escenario de personas desparramadas por paseos peatonales o ciclorrutas se repitió ayer lejos de la apacible playa de Niza, de la efervescente Rambla de Barcelona, o de las frías calles de Londres y Berlín. En una soleada tarde de octubre, de las últimas del otoño, Nueva York sufrió un ataque terrorista que tiene los mismos elementos vistos en los últimos meses en Europa: gente inocente asesinada cuando menos lo pensaba, un pesado vehículo usado para arrollarlos, y un solitario que cree reivindicar una idea.
En esta ocasión se trató de un inmigrante de Uzbekistán, Sayfullo Saipov, de 29 años de edad, quien estaba radicado en Estados Unidos de forma permanente y vivía en el estado de Nueva Jersey.
El lugar del hecho fue muy cercano a donde inició esta era de lucha contra el terror que está lejos de terminar. En el bajo Manhattan, en calles cercanas al World Trade Center. El saldo, al cierre de esta edición, era de ocho muertos y 11 heridos, y más que eso, dudas sobre la poca preparación de las naciones occidentales ante este tipo de ataques.
El hecho de que el ataque se haya producido en el mismo sector donde en septiembre de 2001 el mundo presenció el peor atentado en suelo estadounidense, no solo es simbólico, sino que en parte demuestra para John Marulanda, consultor internacional en Seguridad y Defensa, que el mundo permanece sin preparación ante las nuevas formas que constantemente adquiere el yihadismo para efectuar sus matanzas.
“Ese ataque es una copia de lo que hubo en Niza, Barcelona y Londres. De este modo, no solo es presumible que las autoridades, sabiendo que eso estaba sucediendo, no tomaron las medidas necesarias para prevenir ese tipo de hechos. Es muy difícil, pero la responsabilidad de las autoridades es evitar que ocurran estas tragedias”, dijo.
Para el Imam Julián Zapata, cofundador del Centro Cultural Islámico de Colombia, “el asunto siempre se ha tratado de atajar a los grupos salafistas mediante el bloqueo a sus redes de adoctrinamiento en internet y en mezquitas. Es decir, ante una amenaza que no distingue entre civiles, lo que queda es la prohibición de esta secta del odio”.
Frente a la imposibilidad de determinar con absoluta certeza qué loco o “lobo solitario” tiene intenciones de chocar su vehículo contra la gente, los expertos reiteran que el enfoque debe ser integral contra la financiación del terror en califatos petroleros de Medio Oriente y con el bloqueo a las sectas extremistas en Occidente y en la web.