Hamás atacó a los asistentes al festival de música Tribe of Nova, organizado por los hermanos Osher y Michael Waknin. Imágenes tomadas de redes sociales.
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El festival, llamado Tribe of Nova nació en Brasil hace dos décadas. Era la primera vez que se celebraba en Israel.
Hamás atacó a los asistentes al festival de música Tribe of Nova, organizado por los hermanos Osher y Michael Waknin. Imágenes tomadas de redes sociales.
Los hermanos Osher y Michael Waknin querían celebrar “la amistad, el amor y la libertad infinita”, pero la última fiesta que organizaron se convirtió en una pesadilla. A continuación, el relato de una masacre erigida en símbolo del ataque sin precedentes contra Israel lanzado por el movimiento palestino Hamás.
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Su idea de organizar la primera edición en Israel de Tribe of Nova, un festival de música nacido en Brasil dos décadas atrás, se anunciaba como un éxito. Unas 3.500 personas, entre israelíes y extranjeros, asisten desde el viernes al evento en el sur del país.
Tres escenarios, varios DJ de todo el mundo, una zona de acampada, bares para abastecer a los festivaleros... Nada se había dejado al azar en este recinto al aire libre situado en el desierto del Néguev, a cinco kilómetros de la frontera con la Franja de Gaza.
Al amanecer del sábado 7 de octubre, los jóvenes seguían bailando cuando de repente la música tecno se detuvo alrededor de las 06H30. A lo lejos, se escucharon ruidos sordos. “Chicos, alerta roja, reagrúpense”, advirtieron por megafonía.
Chispas seguidas de explosiones invadieron el anaranjado cielo. La Cúpula de Hierro, el sistema de defensa antiaérea de Israel, interceptó los primeros cohetes lanzados por el grupo islamista Hamás desde Gaza.
En ese momento, “todavía reíamos y no nos tomábamos la situación en serio”, explicó a AFP Efraim Mordejayev, un soldado de 23 años que estaba de fiesta ese fin de semana que coincidió con el final de la festividad judía de Sucot.
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“Estamos acostumbrados a los cohetes” lanzados desde el enclave, dice. La Franja de Gaza, territorio empobrecido donde viven hacinadas 2,3 millones de personas, está sometida a un bloqueo israelí desde que Hamás se hizo con todo el control en 2007.
El joven y sus amigos empezaron a dispersarse con tranquilidad, pero enseguida se dieron cuenta de que nada era como siempre. El peligro no venía solo del cielo, sino que irrumpieron hombres armados, algunos en parapentes motorizados, otros en motocicletas o camionetas.
“Cuando vimos a los terroristas, el pánico se desató”, recuerda.
Persecución
Empezó entonces la persecución. Los asaltantes abatían metódicamente a quienes se cruzaban en su camino, indiscriminadamente. Los agentes de seguridad y policías presentes se vieron rápidamente desbordados y fueron también blanco de los ataques.
Todo el mundo corrió para salvar su vida: algunos hacia los campos que rodean el lugar, otros intentaron llegar a sus vehículos en los dos aparcamientos del festival. Pero rápidamente se formó un atasco.
“Miré hacia atrás y vi que en el auto detrás de mí había tres cadáveres y que todas las ventanas estaban rotas”, explica el soldado.
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Solo quedaban dos opciones: esconderse o huir a pie a través de la llanura. Mordejayev escogió la segunda y corrió entre los arbustos, aterrorizado, hasta que un vehículo hasta los topes lo recogió en campo abierto.
La ruta 232, la única para salir de este infierno, tampoco era muy segura. Situada en paralelo al muro fronterizo que separa Israel de la Franja de Gaza, la carretera conecta el kibutz vecino de Reim a la ciudad de Sederot, unos 30 kilómetros más al norte.
“Vi a gente muriendo a mi alrededor”
07H39: Una cámara a bordo de un auto que logró huir mostró cómo la trampa se cerraba sobre sus ocupantes. Las ráfagas disparadas por combatientes de Hamás revientan el parabrisas y obligan al conductor a detenerse, sin que se sepa si fue alcanzado.
La joven Gili Yoskovich decidió abandonar su coche para correr, pero en este paisaje desértico apenas había donde esconderse. La mujer divisó un huerto y corrió a refugiarse con los atacantes siguiéndola de cerca.
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“Fueron árbol por árbol y dispararon. Vi a gente muriendo a mi alrededor. Me quedé muy callada. No lloré, no hice nada”, declaró a la BBC tras conseguir escapar con su novio. Pero no todos tuvieron la misma suerte.
Durante horas, mientras el estallido de las armas automáticas se acercaba cada vez más, algunos se lanzaron detrás de un coche, se dispersaron desordenadamente. Presos del pánico, algunos incluso se tumbaron entre los cadáveres con la esperanza de sobrevivir.
A bocajarro
Tres horas después del inicio del ataque, los milicianos de Hamás seguían con su masacre sin encontrar resistencia.
Imágenes de vídeo vigilancia muestran a las 09H23 locales cómo un hombre con gorra negra y chaleco antibalas se lleva a un rehén con una camiseta ensangrentada.
Al fondo, un joven que se hace el muerto se mueve ligeramente al pensar que puede huir, pero otro asaltante se le acerca por detrás y lo mata a bocajarro.
Varios supervivientes explicaron a los medios que esperaron incluso siete horas a que el ejército israelí los rescatara. Los primeros socorristas en llegar descubrieron con horror el alcance de la matanza: 270 muertos.
Decenas de vehículos calcinados abarrotaban el acceso al lugar. A lo largo de cientos de metros, sacos de dormir, colchones, zapatos y neveras yacían abandonados.
“En cada coche había uno, dos o tres cadáveres”, explica Moti Bukjin, portavoz de la oenegé israelí Zaka, a AFP. “Algunos tenían una bala en la cabeza o en la barbilla”, a otros “les dispararon cuando intentaban huir y cayeron en las cunetas junto a la carretera”.
Cuatro días después de esta tragedia, además de llorar a los muertos, la angustia corroe a las familias que buscan a los desaparecidos. Se cree que decenas han sido secuestrados y están de rehenes en la Franja de Gaza, bombardeada día y noche por el ejército de Israel.
¿Michael Waknin, uno de los gemelos organizadores, es uno de ellos? ¿Está vivo y escondido en algún lugar? Eso es lo que quiere creer su hermana Ausa, que no tiene noticias de él. En cuanto a su hermano Osher, testigos lo vieron salir de su auto para socorrer a gente en medio del caso. Su viuda Sunny Waknin asegura que murió como un “héroe”. Sus restos mortales fueron enterrados el martes en Jerusalén.