Nora Sandigo huyó de Nicaragua cuando apenas tenía 15 años. Eran los 80´s y su país estaba en guerra. El Frente Sandinista de Liberación Nacional buscaba el derrocamiento de los Somoza, la estirpe que gobernaba en ese pedazo de Centroamérica desde 1934. El desparpajo de la violencia la arrastró de Managua a la embajada de Venezuela, de allí a Francia y otra vez a Nicaragua, de dónde intentó salvar a su hermano.
Su camino la convirtió (o condenó), a una edad en la que muchos sueñan apenas con ser (bombero, profesora, profesional), en una asilada política. El 12 de febrero de 1988 llegó a Estados Unidos. Desde entonces lo ha intentado convertir en su hogar, y en un acto de revolucionaria hospitalidad y dignidad, en el hogar de miles más.
Nora es la esperanza de las familias inmigrantes fraccionadas por la deportación. “Yo no las conozco. Los padres me contactan de todas partes del mundo y me piden ayuda con sus hijos, que siguen en EE.UU.”, señala. Le otorgan la tutela para mantener contacto con ellos, pues ya deportados, sus hijos corren el riesgo de entrar al sistema de adopción y perder cualquier lazo con sus familias.
En su custodia tiene niños de México, India, Colombia, Honduras, Nicaragua... El mapa se queda corto. “Este año hemos llegado a un punto de 2.100, de los cuales un gran porcentaje ya es mayor de edad, muchos ya profesionales”. Trabaja con más de 600 voluntarios que financian la labor de Children Foundation, la organización con la que lo gestiona todo desde el estado de Florida.
¿EE.UU. es un país de inmigrantes?
“El tema se ha venido politizando enormemente, cada vez más y más. Hemos tenido que pasar momentos muy difíciles durante algunos gobiernos que han sido implacables con el inmigrante. Los niños han sufrido terriblemente deportaciones y destrucciones de todo lo que es el entorno de una familia. Ha habido momentos en que han sido crueles. Creo que las leyes migratorias son en muchas ocasiones injustas, rudas y frías. No se detienen en lastimar a las personas más frágiles”.
¿Cómo recibió la propuesta de reforma migratoria de Biden?
“Es apenas un proyecto. Creo que es muy bueno. Hay que trabajar duro para lograrlo, hay que comenzar trabajando a los que están oponiéndose a cualquier proyecto que alivie la situación de los inmigrantes. Es necesario comenzar a dar el primer paso para escalar en el tema y creo que en eso estamos todavía en pañales. Tenemos que organizarnos bien, prepararnos bien. Hay buenas intenciones, pero necesitamos realidades, algo que podamos ver realizado y para eso necesitamos a todo un Congreso votando a favor de esa ley”.
Llega el proyecto después de 4 años tan complejos...
“Fueron difíciles, pero no nos dejemos confundir, lo fueron porque hubo una retórica política muy fuerte, pero creo firmemente que los años anteriores fueron aún peor, pese a que había mucha promesa. La última administración no hizo tantas deportaciones como lo hizo en su primer periodo el presidente Barack Obama. Entonces hubo más de 2 millones de personas deportadas.
Durante los últimos 4 años se habló muchísimo de hacer deportaciones masivas, pero nunca las vimos. Por lo menos las estadísticas así lo dicen. A pesar de que hubo momentos que sufrimos todos y que no se nos van a olvidar, como esa escena de los niños encerrados en jaulas, los números no llegan a la cifra que tuvimos antes cuando se hablaba de apoyar a los inmigrantes”.
Usted también se separó de su familia muy joven. ¿La afectó lo sucedido con más de 5.000 niños entre el 2017 y 2018?
“Yo era una niña cuando tuve que salir de mi país y sé el dolor que se tiene que pasar cuando uno se separa de la familia. Uno siente que se desgarra la vida, es como morir poco a poco. Tu familia esta lejos y no sabes si la podrás ver, cuánto tendrás que esperar o si nunca pasará, como ha sucedido con muchos niños.
Eso me enseñó y sensibilizó muchísimo. Cuando veo niños en similares situaciones, llorando en una esquina de su casa, que no saben qué hacer, con su mente perdida en los recuerdos, en el dolor de ese momento en el que se separaron de sus familias, en ese momento me veo reflejada en ellos. Esa era yo también.
Y los niños que yo tengo muchos de ellos quedaron solos desde pequeñitos. Tengo niños que ni siquiera conocieron a su papá porque su mamá estaba embarazada cuando fueron deportados y todavía no se han podido ver. Cuánto necesitamos y deseamos ganar esa reunificación de las familias”.
A inicios de febrero de 2021, el presidente Biden firmó una orden ejecutiva en la que creó un grupo de trabajo que tiene como objetivo reunificar a los niños que fueron separados de sus padres bajo el gobierno de Donald Trump. Si bien no está claro cuántos niños fueron víctimas de estos hechos, un documento judicial de diciembre al que tuvo acceso la agencia EFE cifra en 628 los menores que seguían separados. De ellos, 333 tenían los padres en Estados Unidos y 295 en sus países de origen.
¿Cree en el compromiso del gobierno actual de reunificar esas familias?
“Se está hablando mucho sobre el tema, pero eso no se va a decidir o solucionar con una orden ejecutiva. Esa medida es temporal, algo que luego puede ser debatido por los jueces en las Cortes y eventualmente, incluso, eliminado. Necesitamos algo que sea mucho más sólido, firme y permanente. Necesitamos una reforma migratoria comprensiva y general. Y para eso necesitamos trabajar juntos y muy duro para lograrlo en el Congreso”.
Usted ha reiterado la necesidad de trabajar en el Congreso, eliminando las reticencias respecto a esta reforma. ¿Lo cree posible? Ya un proyecto de mucho menor calado fue rechazado en la era Obama...
“Yo tuve la oportunidad de ser parte del grupo de ciudadanos que demandó a Bill Clinton para proteger a los inmigrantes indocumentados en los 90, lo que abrió la puerta a la ley Nacara. Nos costó muchísimos años y gestiones a nivel federal. Para lograrlo, unimos fuerza de comunidades en todo el país. Muchos nos decían que era imposible, pero se puede, hay que crear un plan bien elaborado y seguirlo metódicamente hasta poder sensibilizar al Congreso, al gobierno y poder lograr que pase algo. Lo que se dio con la ley Nacara tengo mucha esperanza que se repita hoy. Si trabajamos decididamente y en una sola línea, creo que es posible. Debemos estar unidos y bien documentados en lo que queremos y los argumentos que debemos usar para ganar”.
La ley Nacara determinó otorgar beneficios de inmigración y alivio de deportación a migrantes de Nicaragua, Cuba, El Salvador, Guatemala y países de la antigua Unión Soviética. Fue aprobada por el Congreso de EE.UU. en 1997.
¿Cómo ve el futuro?
“Con gran esperanza. Veo un camino oportuno. No vamos a tener tantas dificultades para trabajar con la administración, nos toca entonces centrarnos en los opositores, que creo que son menos. Vamos a ir con fe y determinación en que en esta ocasión si vamos a lograr una reforma migratoria comprensiva”.
Parecería una contradicción hablar del fin del camino de un inmigrante. El que emigra, a voluntad o no, asume un destino fraccionado en lugares, en recuerdos que viajan miles de kilómetros. No hay un puerto en dónde amarrar cuando la memoria ya ha encallado en otros tantos. La de Nora viaja en cada niño que ha anidado en su casa y ha fingido la vida de una familia feliz que se la ha arrebatado. Si hay un hogar para ella, tendría que ser ese.