La polémica y la confrontación sigue escalando en un Brasil dividido, que en nada se acostumbra a ese clima político, mientras que la economía no despega y los escándalos de corrupción acentúan el malestar ciudadano.
Ayer, el nombramiento del expresidente Luis Inácio Lula da Silva como ministro de Presidencia (jefe de gabinete), por el gobierno de Dilma Rousseff (su heredera política), tras pocos días de ser imputado por la justicia brasileña en el caso Petrobrás, solo fortaleció una polémica que ya es mundial.
Dentro de las fronteras brasileñas, y más en el corazón de la nación, la jornada fue opaca para los ciudadanos. “Se escucha la indignación en las calles. Yo me encuentro a 200 metros de la playa de Copacabana, y el descontento, incluso ahí, es evidente. Creo que viene una ola de protestas peor, y una coyuntura política compleja”, dijo a EL COLOMBIANO desde Rio de Jaineiro la periodista Anna Veciana.
La coyuntura tiene ya tintes violentos: “sedes del Instituto Lula y de sindicatos han sido depredadas por la oposición, así como sedes del poder judicial por el oficialismo. Los enfrentamientos en las calles son ya comunes. Un petardo fue lanzado contra el Palacio del Planalto (sede presidencial) durante el nombramiento de Lula”, adviertió Joao Hernani Vasconcelos, politólogo brasileño y experto del Centro Internacional de Políticas para Crecimiento Inclusivo.
Raíces de la indignación
Lo que genera revuelvo es que, teniendo ese cargo, Lula tendrá un fuero especial ante la justicia, y solo podrá ser juzgado por el Supremo Tribunal Federal.
Anticipando eso, el juez Itagiba Catta Preta Neto de Brasilia pidió la anulación cautelar del nombramiento de Lula. Argumenta que hay “riesgo de daño al libre ejercicio del poder judicial, de la actuación de la policía y del Ministerio Público”. El gobierno interpuso un recurso, pero Lula no podrá ejercer funciones de su cargo hasta tener decisión judicial.
Para Dawisson Lopes, politólogo y docente de la Universidad Federal de Minas Gerais, “es falso que Lula ahora pueda interferir o presionar en instancias judiciales. Hoy está en la lupa de todos en Brasil. Pero su nombramiento sí obedece a una estrategia del gobierno para intentar recuperar la popularidad y el control de la situación. No obstante, hay mucha confrontación y odio ahora, falta ver que pasará”.
Desde Bogotá, Beatriz Miranda, subdirectora académica del Instituto Brasil Colombia (Ibraco), ve lo que pasa en su nación como una tragedia a superar: “mucho ocurrió desde que Rousseff fue reelecta. La profundización de la crisis económica, la frágil gobernabilidad, y, por supuesto, el escándalo de Petrobrás. Son días difíciles que afectan mucho a los brasileños. Esto exige responsabilidad de todos, en especial, de quienes juzgarán y deberán conducir al país a un nuevo momento. Brasil es más grande que esta crisis”.