Con la elección de Gabriel Boric, el pasado domingo, una nueva generación de políticos “descorbatados” ha irrumpido en escena para tratar de cambiar Chile, pasaron de liderar protestas estudiantiles a entrar en el Palacio de La Moneda, sede del Gobierno, en muy pocos años.
Para la historia quedará la imagen del mandatario saliente, el conservador Sebastián Piñera, recibiendo en el salón presidencial a Boric y sus dos principales asesores, Izkia Siches y Giorgio Jackson, todos treintañeros.
Este gesto era impensable hace una década, cuando los tres protestaban a las afueras del Congreso por una educación sin fines de lucro y de mejor calidad, con un Boric de tan solo 26 años al frente de la combativa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH).
Piñera, que por entonces estaba en su primer mandato (2010-2014), les espetó lo siguiente: “Valoro a los jóvenes idealistas y rebeldes que quieren construir un mundo mejor, pero deben recordar que también tienen deberes”.
Son esos mismos jóvenes, agrupados en una alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista, quienes conformarán en marzo de 2022 el gabinete de Boric, el presidente más joven y también el más votado de la historia chilena.
Chile termina así con 30 años de alternancia política entre las dos grandes coaliciones tradicionales de centro izquierda y centro derecha.
Las protestas estudiantiles de 2006 y 2011 catapultaron a la fama al nuevo presidente chileno, explicó Kenneth Bunker, politólogo y director de la encuestadora electoral Tresquintos.
Después de esas movilizaciones, que dieron dolores de cabeza a los Gobiernos de Michelle Bachelet y Piñera conformaron el Frente Amplio, una coalición de partidos de izquierda que irrumpió en 2017 de forma similar a Podemos en España, logrando 14 asientos en la Cámara Baja y uno en el Senado.
“Ese fue el primer quiebre en el sistema”, señaló el politólogo.
Varios de los líderes del Frente Amplio se convirtieron en consolidados opositores: es el caso de Jackson, el estratega político de la campaña electoral, o las diputadas Camila Vallejo y Karol Cariola, a quienes los expertos atribuyen la adhesión al pacto del Partido Comunista y el apoyo de los colectivos feministas.
Uno de los rostros que ha adquirido notoriedad más recientemente es Siches, expresidenta del Colegio Médico y una de las figuras mejor valoradas durante la pandemia, que se convirtió hace tan solo un mes en su jefa de campaña y se popularizó por haber recorrido diversas regiones para pedir el voto poco después de dar a luz.
Las revueltas estudiantiles de 2006 y 2011 son interpretadas como la antesala de la inédita crisis social de 2019, que se extendió durante más de un año con masivas marchas por la igualdad y mejorías al sistema de pensión, educación y salud.
Dichos reclamos, que buscaban avanzar en la universalización de derechos sociales, fueron “acogidos” en el programa de Boric, señaló Claudia Heiss, directora de Ciencia Política de la Universidad de Chile.
“Su generación vino a renovar los liderazgos de una centro izquierda que estaba congelada y no escuchaba a las bases sociales”, comentó Heiss.
En 2019, durante las marchas y como diputado, Boric demostró destreza política cuando promovió la firma de un pacto transversal que permitió el inicio de una nueva constitución, a pesar de las críticas internas de su coalición.
Dos días antes de la elección y como un gesto de respaldo institucional, se reunió con la convención encargada del nuevo texto, un órgano paritario y de tendencia progresista.
“La democracia la construimos entre todos. Espero que tengamos la voluntad de colaborar con la llegada a puerto de este proceso que me pone muy feliz y me da una tremenda esperanza”, expresó Boric.
Frente a su devoción por la constituyente y por cambiar Chile, que le alzó con un 55,8 % de apoyo en las urnas, estaba el desdén de su contrincante, José Antonio Kast, un ultraderechista con un fuerte discurso antiinmigración que se opuso a la redacción de una nueva ley fundamental en el plebiscito de 2020 y que obtuvo un 44,1 % de respaldo el pasado domingo.
Para Luis Contreras, que reside en una comuna del sur de la capital, el ultraconservador simbolizaba “el pasado” mientras que Boric representa “el futuro”.
“¿Cómo serán los cambios? No lo sé, pero no hay que tenerle miedo a terminar con lo que tenemos ahora. Han sido 30 años de mucha penuria”, dijo a un medio de comunicación.
Manuela Avellán, una jubilada que reside en Providencia -uno de los cinco barrios capitalinos donde ganó Kast- se muestra más escéptica: “A veces la intensidad de la juventud no es tan buena, llega con descaro. Van a tener que poner a algún ministro con más experiencia o harán que el país termine mal”, espetó.