Cuando Angola apenas sale de un brote de fiebre amarilla que le costó 383 muertes, y pese a la existencia de una vacuna efectiva desde hace 80 años, Brasil atraviesa su propia epidemia, y esta vez de carácter urbano.
Aunque la enfermedad era propia de ambientes selváticos, donde ataca principalmente a los monos y luego se transmite a humano, el mal se convirtió en urbano por la expansión del mosquito Aedes aegypti, el mismo del dengue, y desde hace dos meses se instaló con ímpetu en el sureste de Brasil, en los estados de Minas Gerais, Sao Paulo y Espírito Santo.
De hecho, la cifra de muertes confirmadas ya subió a 69 y hay cerca de 1.000 casos de enfermos confirmados o sospechosos, lo que tomó por sorpresa al país vecino, que tuvo el último brote de fiebre amarilla urbana en 1942, en el estado de Acre, y que desde el 2000 no tenía tantos casos sospechosos y confirmados de la enfermedad.
Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Wilson para la investigación, sugiere que una pérdida de control de las autoridades sanitarias de su país tiene cuota de responsabilidad en esta crisis. “Tal vez por tener menos recursos han sido menos exitosas en mantener la incidencia de la fiebre amarilla. Creíamos que esto estaba erradicado, porque hay cómo prevenir, pero todo indica que no”, apunta.
Al respecto, Guilherme Franco Netto, especialista en sostenibilidad de la Fundación Oswaldo Cruz, dedicado al estudio de temas de salud en Brasil, dice que con este último brote no cabe duda de que en su país la prevención de los virus emergentes y reemergentes, especialmente los transmitidos por vectores de amplia difusión, como el Aedes, implican la coordinación de políticas públicas, como la infraestructura urbana, que van más allá de las acciones bajo la responsabilidad directa del sector salud.
“La declaración oficial de la emergencia sanitaria, la existencia de una triple epidemia viral (dengue, zika y chikungunya) y la detección del brote de fiebre amarilla tiene que implicar el suministro de recursos complementarios que parecen no existir”, sostiene.