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En África usarán drones para llevar medicinas a embarazadas

Este ejemplo podría replicarse en algunas áreas planas de Colombia, aunque por ahora lo impide la ley.

  • Este es el dron que comenzaron a usar desde mayo en Botswana, para las pruebas piloto en cuatro aldeas rurales de Palapye. FOTO cortesía del unfpa
    Este es el dron que comenzaron a usar desde mayo en Botswana, para las pruebas piloto en cuatro aldeas rurales de Palapye. FOTO cortesía del unfpa
  • Esta es la lonchera en la que se guardan los medicamentos. Al levantar una tapa, se inserta en el dron. FOTO Cortesía U. Botswana.
    Esta es la lonchera en la que se guardan los medicamentos. Al levantar una tapa, se inserta en el dron. FOTO Cortesía U. Botswana.
16 de junio de 2021
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kilos, inicialmente, puede cargar el dron que llevará los suplementos médicos.

En este lado del mundo la palabra Botswana no dice mucho. Sabemos que es un país africano, donde se grabó la famosa comedia “Los dioses deben estar locos”; que alberga gran parte del desierto de Kalahari, donde deambulan leones y jirafas; y que su selección de fútbol jamás ha ido a un mundial. Sin embargo, en esa nación están ocurriendo cosas interesantes, que podrían mejorar ostensiblemente la atención médica de los pacientes que habitan las áreas más apartadas.

Se trata de una nueva fase del programa piloto denominado Drones for Health (Drones por la Salud), lanzado el mes pasado por la Universidad Internacional de Ciencia y Tecnología de Botswana y el Ministerio de Salud del país, el cual fue apoyado y reconocido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) como un proyecto “que puede salvar muchas vidas” (ver recuadro).

El programa está en etapa experimental y su propósito es utilizar las aeronaves no tripuladas para llevarles medicamentos a las madres gestantes que viven en las áreas rurales de difícil acceso.

En un informe publicado por el organismo multilateral, su directora regional en Botswana, Beatrice Mutali, comentó que “las mujeres sufren pérdidas masivas de sangre debido a hemorragias durante el parto, y muchas requieren transfusiones. Por lo tanto, la sangre y los hemoderivados son fundamentales”.

Entre los medicamentos que se transportarán hay esenciales para la atención obstétrica y especímenes de laboratorio, según el Unfpa. Pero, ¿cómo surgió esta idea? Y, sobre todo, ¿será que puede aplicarse en otros lugares, como Colombia?

Problema y solución

Botswana, ubicado en el sur de África, tiene cerca de 2’300.000 habitantes (casi los mismos de Medellín) y apenas logró su independencia del Reino Unido en 1966.

Según el Banco Mundial, su ingreso per cápita es de 7.691 dólares, mientras que el de Colombia es de 6.428 dólares (a 2019, antes de la pandemia de la covid-19).

El 70 % de su territorio está ocupado por el desierto del Kalahari, lo que plantea el primer desafío en términos de atención sanitaria: hay poca densidad poblacional (3.7 habitantes por kilómetro cuadrado), las comunidades están dispersas y en pequeños caseríos.

El segundo problema es que la infraestructura vial no está muy desarrollada, por lo que llevar los insumos en vehículos resulta costoso y demorado, en especial si se trata de sitios alejados de los centros urbanos.

El tercer inconveniente, de acuerdo con el Unfpa, es que “tiene una tasa de mortalidad materna que es casi el doble del promedio de los países de ingresos medios/altos: 144 por cada 100.000 nacidos vivos, según datos de 2017 de las Naciones Unidas; o 166 muertes por 100.000 nacidos vivos, según datos del gobierno de 2019. Las principales causas de mortalidad materna en Botswana son la hemorragia posparto, las complicaciones posteriores al aborto y los trastornos hipertensivos durante el embarazo”.

Con esos tres asuntos por resolver, y con el apoyo de la ONU, los ingenieros de la universidad comenzaron a desarrollar la idea.

“Nuestra filosofía es aplicar la investigación a la resolución de estos problemas. En este caso, para beneficiar a pequeñas comunidades en el aspecto sanitario”, relató Dimane Mpoeleng, el investigador principal del proyecto, en un video de presentación.

El resultado inicial es la utilización de un dron, que combina hélices con ala fija, el cual cuenta con una batería que le da autonomía de vuelo de 100 kilómetros, transportando dos kilos. La carga va en una especie de lonchera, adaptada en el cuerpo central del vehículo.

Uno de los pilotos de dron involucrados en el programa, Ontiretse Bagwasi, contó que para la fase inicial se seleccionaron cuatro aldeas: la primera es Lecheng, ubicada a 32 kilómetros por carretera destapada de Palapye, la ciudad que alberga a la universidad. Con la aeronave, la distancia se reduce a 11 km.

Le siguen Mokgware, a 55 km por tierra y 32 por aire; y Moremi, a 75 km por carretera y a 36 km surcando el cielo. El mayor reto lo representa Mogapi, un caserío localizado a 108 km, que requiere un vuelo de 75 km.

En cada uno de estos poblados se acondicionaron pequeños helipuertos, cerca a los de puestos de salud, para el aterrizaje seguro del aparato.

“El dron completó exitosamente todas las misiones de prueba”, afirmó Bagwasi.

El investigador académico Mpoeleng indicó que al principio se requerirán pilotos humanos, pero el plan a futuro es que la ruta de despegue, el vuelo y aterrizaje esté totalmente automatizada, de modo que a las personas solamente les toque implantar la carga en la nave.

En estos test, los drones llevaron muestras simuladas, y se planea que en los próximos meses ya empiecen a elevar medicamentos como oxitocina y anticonvulsivos, vitales para la atención de los partos, antes y después del alumbramiento.

Kesaobaka Dikgole, la funcionaria de enlace entre el Ministerio de Salud y la universidad, manifestó que, de resultar efectiva esta estrategia, también podría implementarse para el transporte de muestras de laboratorio y biológicos para la vacunación contra el coronavirus.

Esta es la lonchera en la que se guardan los medicamentos. Al levantar una tapa, se inserta en el dron. FOTO Cortesía U. Botswana.
Esta es la lonchera en la que se guardan los medicamentos. Al levantar una tapa, se inserta en el dron. FOTO Cortesía U. Botswana.

El desafío colombiano

En nuestro país, los sobrevuelos de las aeronaves no tripuladas están regulados por la Aeronáutica Civil, por medio de varias resoluciones. Una de las más recientes es la N°04201 del 27 de diciembre de 2018.

Dentro de las restricciones que impone la autoridad, están que los drones que pesen hasta 25 kilos (clase A), no pueden superar los 80 kilómetros por hora ni los 123 metros de altura en el vuelo; siempre deben ser operados durante el día y su rango de distancia no puede superar el alcance de vista del operador ni los 500 metros horizontales durante todas las fases del vuelo.

“La operación no podrá efectuarse directamente sobre público, reuniones de personas al aire libre, aglomeraciones de edificios, ciudades u otras áreas pobladas o congestionadas”, dice el artículo 2.2, que en otro apartado especifica: “No se podrán realizar operaciones de transporte de objetos de ningún tipo”.

Para los drones cuyo peso llega a los 150 kilos (clase B), como los utilizados en la aspersión de cultivos ilícitos, la norma amplía los rangos de uso, aunque se requiere tramitar permisos especiales ante el Gobierno Nacional.

Las operaciones de aeronaves con especificaciones de peso superior a los 150 kilos, o que desarrollen sistemas de transporte de carga o vuelos internacionales (clase C), están de momento prohibidas “en el espacio aéreo donde tenga jurisdicción el Estado colombiano”, reitera la resolución oficial.

Bryan Mosquera, experto en drones de la compañía colombiana Sky Motion, comentó que la regulación colombiana para la operación de estos aparatos “es complicada, sin embargo, considero que es solo una cuestión de tiempo para comenzar a implementar ese sistema que están probando en África”.

Mosquera lo dijo basado en algunos programas piloto que ya se han desarrollado en los últimos dos años en el país, como el transporte y entrega de tarjetas bancarias y domicilios de comida.

Aunque algunas de estas pruebas resultaron exitosas, la norma todavía no autoriza su uso general.

“La principal preocupación que manejan las autoridades tiene que ver con la prevención de accidentes. Si ocurre algún desperfecto o error humano en la operación, un dron que caiga a 100 metros de altura podría ocasionar daños graves, dependiendo del sitio en el que aterrice”, afirmó.

Otro aspecto a considerar, en el caso de las zonas rurales, son las características locales del terreno.

En Botswana la mayoría de la superficie es plana, mientras que en Colombia abundan las montañas y junglas. No obstante, las pruebas, de realizarse, podrían funcionar en las llanuras y regiones desérticas, como en La Guajira, Meta y Casanare.

“A la larga, esta tecnología puede generar ahorros en tiempo y dinero, y mejorar la eficiencia en la distribución de cargas. No está limitada por las carreteras o congestiones vehiculares, y tratándose de un servicio médico, que no tiene intereses comerciales, valdría la pena comenzar las pruebas. La tecnología ya está encima”, concluyó Mosquera.

En teoría, durante la emergencia humanitaria por la covid-19, los drones podrían utilizarse “para la asistencia y prestación de servicios de salud, las labores que adelantan las misiones médicas, la revisión y atención de emergencias”, de acuerdo con lo dicho el 1 de abril de 2020 por Juan Carlos Salazar, el director de la Aerocivil.

De momento, solo han sido empleados para la toma de videos y fotos aéreas en esos contextos. Solo falta encender una chispa de imaginación, para que empiecen a surcar los aires con medicinas.

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