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Toreros... muertos y muy excéntricos

EL CONCIERTO ES mañana en la noche, en Palmahía. Será una batalla de clásicos, con la participación de Vicky Trujillo, el Clásico Herrera y DJ Patín, quienes tocarán los principales éxitos de los años 70, 80 y 90 del rock-pop. Las boletas se compran en www.ticketexpress.com.co

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03 de marzo de 2011
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Los toreros muertos siguen muy vivos. En el grupo que nació en plena movida madrileña, en 1985, no solo permanecen los mismos integrantes, el español Pablo Carbonell y los argentinos, Guillermo Piccolini y Manny Moure, sino que se palpa la misma rebeldía y filosofía contestataria de entonces.

Su show se ha quedado "congelado en el tiempo", como bien lo explica su líder y vocalista, Pablo, quien dice que no será como "tocar Beethoven en plan merengue". Se escucharán a Los toreros con 20 años más.

Con 48 años, Pablo es, además, actor de teatro y TV, tiene una hija de dos años, que se llama Mafalda y vive en Madrid. Con humor y muchas ganas de bromear, conversó con EL COLOMBIANO, antes de su concierto en Medellín, que será mañana.

¿Qué ha cambiado de Los toreros muertos de Mi agüita amarilla?
"No hemos cambiado nada. Seguimos haciendo un espectáculo entre punk, ska, diversión, ganas de pasarla bien. Sigue siendo el mismo tipo de música e intención, y cada uno de los integrantes, por su lado, pues ha seguido con su carrera. Quien vaya a ver Los toreros muertos es exactamente lo mismo pero con 20 años más, y te va a parecer que te hemos hecho un lifting, pero te meteremos en un túnel del tiempo. Es como si nos hubiéramos quedado congelados ".

¿Y cómo están conquistando público joven?
"El público joven viene, aunque aparezcan con sus padres. La verdad es que viene mucha gente joven que ha escuchado los discos y les parece que tenemos una filosofía algo divertida, así como una manera de hacer canciones de forma libertaria, no con la idea de buscar el éxito o los ritmos más bailables, sino que les gusta la filosofía del grupo, entre teatral y payasa, un poco contestataria".

Háblanos un poco más de esa rebeldía de Los toreros?
"Todos tenemos la rebeldía de salirnos del patrón habitual. Por ejemplo, Guillermo Piccolini dice que él toca piano por no matar a nadie, por supuesto lo dice en plan broma; Manny Moure, el bajista, siempre habla de la celebración de la glorificación del rock and roll y luego se mete en unos discursos absurdos; y yo, pues que siempre he sido medio payaso, veía a la gente que tenía conjuntos musicales como una especie de semidioses, que se comportaban de forma excéntrica, con gafas de sol en la noche, como si dijeran que pertenezco al star system y yo que era un cómico callejero pues les tenía un poco de manía. Hay algo de irónico en mi manera de concebir el rock and roll que es como una burla a tantas poses".

Verlos en escena es como hacer una especie de catarsis colectiva. ¿Por eso es tan fácil sintonizarse con ustedes?
"Sí. La catarsis se produce cuando tu, de repente, haces una broma o te ríes de las poses del rockero y te conviertes en uno de ellos. La burla se convierte en carne viva. Ahí viene el delirio".

¿Qué hace Pablo Carbonell aparte de Los toreros?
"Me levanto y voy a rodar unas escenas de calle. Y paro cuando complete 12 horas de rodaje y haya hecho unas 12 o 13 secuencias. Yo la paso muy bien. Habitualmente no trabajo en la serie de TV todo el mes. Oye, por cierto, en Colombia no necesitan un actor español estrafalario para una serie?" (risas).

Entonces ¿cada cuánto salen de gira?
"La verdad es que lo hacemos de tarde en tarde. También hago una obra de teatro y estoy preparando otra. Y también toco en mi propia banda. Y paso por casa, para que no se olviden de mí y me pongan un sustituto, pues? (risas). La obra de teatro se llama La curva de la felicidad, que hace una reflexión sobre la crisis de los 40 en los hombres.

Es una comedia desternillante y ha sido un éxito. Durante un año en Madrid, a siete funciones semanales, me empezaba a parecer rutinario, y ahora no quiero ningún trabajo de oficinista".

¿Qué sorpresa tiene reservada para Medellín?
"La principal sorpresa para el público de Medellín es que nada ha cambiado. Todo es igual. La sorpresa es que no estamos muertos, sino muy vivos".

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