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Pedrito Botero o el arte en tamaño pequeño

El Museo de Antioquia propone una sala pedagógica, donde los niños se acercan al arte desde la interacción y la inmersión.

  • Pedrito Botero o el arte en tamaño pequeño
06 de noviembre de 2013
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Pedrito dejó en el perchero la chaqueta y el pantalón. El sombrero también, pero ese no está colgado, porque un niño, cualquier niño puede ser, lo cogió para montarse en el caballo de madera y crin de crespos dorados, y quedar exacto al cuadro de Fernando Botero. Atrás está la puerta, la pared azul y el tomacorriente. Igual que en la pintura.

Pedrito Botero es la obra que más le gusta al maestro. La que más quiere, ha dicho varias veces. "Si he hecho una obra maestra en mi vida es ese cuadro, primero que todo porque es muy bien pintado, con mucho sentimiento y con una composición muy esperada. El color también. Yo creo que tiene todas las virtudes".

También una historia. La de su hijo Pedrito, que murió en un accidente, cuando estaba pequeño. La obra la tiene el Museo de Antioquia y es una de las más visitadas. "Estoy encantado de que lo tenga el museo", señaló el maestro, otra vez. Ahora, ese Pedrito tiene una sala, en dos niveles, aunque no es solo para él. Él pone el nombre a ese lugar que el museo dedica a los niños.

"Queríamos una sala pedagógica permanente de arte y decidimos empezar por Botero, que es el artista más representativo nuestro —explica Ana Piedad Jaramillo, la directora—. La idea es que las personas, no solo los niños, puedan ver qué hay detrás de su trabajo. Mucha gente sabe que Botero es colombiano, pero no más. Aquí descubrirán quién es, cómo lo hace, qué hace y por qué".

Una sala interactiva, en donde se rompe ese misterio de los museos y las obras: aquí se puede tocar, oír, además, por supuesto, de lo común, ver.

Son muchas posibilidades para conocer al maestro. Un espejo que le da volumen al cuerpo, al mejor estilo del artista. Un televisor que toma una foto para convertirse en un personaje de cachetes grandes y ojos chicos. Seis pantallas con marco de cuadro que muestran las obras, moviéndose, casi hablando. En las paredes, en la parte de arriba, está el maestro en su estudio. Abajo, las pinturas al tamaño de los niños, recorriendo la sala, haciendo picnic. Hay una mesa para dibujar y armar un cuadro gigante, entre todos. Hay rompecabezas, guitarras, noticias, y un Botero que saluda a la entrada, con su pelo blanco y altura.

Hay una película hecha con sus personajes, contando su vida. "Una biografía para entender su obra y su estilo. Está hecha en formato vertical, porque la mayoría de sus obras son verticales", explica Diego Robayo, gerente de Macarena films, productora que diseñó y conceptualizó el espacio. Es explicar, por ejemplo, que él no pinta gordos. Es un juego que hace con el volumen.

Una sala, en fin, para descubrir al artista. Para hacer, precisa Diego, "una inmersión en el mundo de Botero".

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