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PARANOIA CONTAGIOSA

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12 de junio de 2013
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El contagio se presenta en Venezuela. La padece algo menos de la mitad de la población, si tenemos en cuenta el gran fraude electoral para poder elegir a Nicolás Maduro.

Paranoia, de acuerdo con el diccionario, es "Sicosis caracterizada por vanidad, desconfianza, inquietud". Eso es lo que les pasa a los dirigentes del país hermano en menos de un 50 %, porque el resto sí quiere a Colombia como país hermano.

El raro contagio empezó desde Chávez, que se creyó siempre el Bolívar moderno, quien, por fin, iba a formar una sola nación en América del Sur y él sería el líder salvador de esta región.

Respaldó a las Farc para, con las acciones subversivas y apátridas de estos malos colombianos, tomarse este país que le era esquivo. Desconfiaba de todo lo que aquí se hacía; no permitió, con su oposición intervencionista, las bases aéreas que necesitábamos para combatir a una guerrilla narcotraficante. Dio refugio, sin permitir que se comprobara por parte de la OEA, a ese grupo subversivo.

Su vanidad no le permitió, en un principio, aceptar que padecía un cáncer que le impedía gobernar. Veía paramilitares colombianos por todas partes. Su enfermedad fue inoculada, según afirmó.

En Colombia, hace varios años, se decomisaron a los guerrilleros armas marcadas como del ejército venezolano. No era Chávez presidente, pero sí un militar de alto grado. Ese mal de paranoia pasó a sus adeptos y sucesores, no sé si por un virus o una bacteria, pero que se contagia, se contagia.

Maduro, que trata de imitar a Chávez en todos sus actos e intervenciones, padece del mismo mal. Grita, se siente amenazado, ya encontró unos paramilitares con armas que no alcanzan para todos los detenidos.

Los acusa de tener una caja negra en su poder como si este fuera un elemento de alta peligrosidad, como si fuera un arma para el espionaje, como si con una caja negra, por fuera del avión, se pudiera hacer algo de extrema peligrosidad.

Ve posibles atentados por todas partes, fraguados desde Colombia. Quiere que se le pida permiso para que dirigentes de su país puedan visitar al presidente Santos. Si no se hace así se siente herido en su ego.

Ahora apareció uno más peligroso que el mismo Maduro, por ser, este sí, inteligente. El exvicepresidente José Vicente Rangel descubrió que la oposición venezolana compró 18 aviones de combate en Estados Unidos para tenerlos en las bases aéreas que Chávez y sus aliados no dejaron construir en Colombia. Rangel, en eso sí que falló, no hizo cuentas de cuánto cuestan 18 aviones de combate como para comprarlos de un día para otro con plata de bolsillo.

Ni hablar de la paranoia del aspirante derrotado por Maduro, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.

Es de una imaginación dañina para atacar a Colombia, con la que quiere ganar adeptos para su futuro. Lo peor es que ese virus de la paranoia se exportó a países como Argentina, a Cristina; a Evo en Bolivia, Nicaragua en cabeza Daniel Ortega. Al Ecuador llegó, pero parece que Rafael Correa encontró la cura porque últimamente está algo calmado. Tenemos que buscar esa droga encontrada por Correa para exportarla a Venezuela, aunque no paguen.

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