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Los "wikileaks"

  • Alberto Velásquez M. | Alberto Velásquez M.
    Alberto Velásquez M. | Alberto Velásquez M.
21 de diciembre de 2010
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Sostiene la revista Semana que, "lo más preocupante del escándalo de las filtraciones de wikileaks es la obsesión del gobierno de Colombia por complacer a los Estados Unidos". Y es cierto. La historia suministra ejemplos a montón para protocolizar lo que han sido las relaciones -a veces con demasiada obsecuencia- de Colombia hacia aquella nación.

Fue Marco Fidel Suárez, en los comienzos del Siglo XX, cuando acuñó la política del "respice polum", lema para argumentar que la política exterior colombiana debía depender de "tan poderosa nación, que más que ninguna otra, ejerce atracción y respeto de los pueblos de América".

Laureano Gómez en su paso fugaz por la Presidencia -a mediados del siglo XX- ante el llamado norteamericano para enviar tropas a combatir en Corea contra el ataque comunista, acudió con soldados colombianos. Fue Colombia la única nación latinoamericana que respondió, hecho que los historiadores coinciden en explicar como un acercamiento de Gómez a los Estados Unidos, cuando el intransigente político godo había demostrado simpatías por el Eje -Alemania, Italia, Japón- en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.

Gobiernos posteriores a los de Suárez y Gómez estrecharon aun más los lazos de unión con los gringos. Alberto Lleras fue visitado por el presidente Kennedy, quien delegó en su mandato la posibilidad de que Colombia fuera nación piloto para desarrollar la frustrada Alianza para el Progreso. Y Valencia, su sucesor, con su almibarada oratoria, patentaba así su adhesión al país desarrollado: "Nos consideramos dentro de la órbita de los EE. UU. como potencia hegemónica y hoy lo hacemos además con fervor y entusiasmo porque la gran democracia del Norte ha rectificado con nobleza, justicia y valor indiscutible, viejos métodos imperialistas".

Carlos Lleras, de fuerte carácter, les envió un categórico mensaje a los gringos a través del Fondo Monetario, al no aceptar su imposición de hacer una evaluación de un solo golpe. A empellones, lo expulsó de su agenda económica.

Turbay Ayala, en su controvertido gobierno, no se quiso quedar atrás del empenachado payanés. Como lo revela el excanciller Rodrigo Pardo en la obra, Colombia 1910-2010 , precisaba que, "Los Estados Unidos tienen la doble condición de ser nuestro más grande y poderoso vecino y la primera potencia económica, científica, militar en los tiempos modernos. Nos movemos en la misma órbita y con ellos compartimos la defensa de la civilización occidental". Ampulosa declaración, tan acorde con la solemnidad y trascendentalidad del imperturbable expresidente.

Fue quizá López Michelsen el que se apartó un poco del tutelaje norteamericano, recordaba Pardo García-Peña, al plantear el "respice similia", antítesis del "respice polum" de Suárez. Proponía una política exterior menos subordinada al pensamiento gringo, actitud que vino a recoger Belisario Betancur cuando en pleno auge de la Guerra Fría, metió al país en el Movimiento de los No Alineados, alianza que se apartaba tanto de los Estados Unidos, como la de Unión Soviética.

En los últimos gobiernos las relaciones han sido agridulces. Con Samper se avinagraron al quedar narcotizadas por efecto del célebre proceso 8.000. Se recompusieron con Andrés Pastrana y se estrecharon con el dueto Bush-Uribe Vélez. La cooperación militar no fue extraña y llegaron recursos para financiar la erradicación de cultivos ilícitos los cuales tanto afectan al país del Norte, dada la cantidad de consumidores de droga que infectan las calles neoyorquinas.

Así que lo que ahora constatamos con la lluvia de revelaciones de los agentes diplomáticos estadounidenses sobre actividades y actitudes de funcionarios colombianos, es la confianza, quizá en exceso, que estos han depositado en los patronos del norte. Y que a veces aquellos los han utilizado, más que confidentes, como meros informantes para montar películas no propiamente del Oeste americano.

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