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La melancolía lleva diez años
entre la familia

31 de octubre de 2008
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Mónica Lasso nació unos meses después de que su papá, César Augusto, fuera secuestrado por la guerrilla en la toma a Mitú, Vaupés, ocurrida el primero de noviembre de 1998.

Daniel, su hermanito, no había cumplido los dos años cuando las Farc se le llevaron al papá y Liset, la mayor, es ahora una adolescente que ha crecido con la tutela de su madre y sus tíos.

Rubén Darío, uno de los ocho hermanos de César Augusto Lasso Monsalve, dice que "han sido unos años muy difíciles. Nunca pensamos que fuera tanto tiempo el que mi hermano pudiera estar secuestrado. Ya él tiene 44 años, los cumplió en mayo, y ni siquiera conoce a su hijo menor".

Los hijos del coronel Luis Herlindo Mendieta, que también ajustan hoy una década sin ver a su papá, fueron obligados a esa misma ausencia.

"Jenny es más alegre. En los mensajes de radio ella le cuenta dónde estuvo haciendo las prácticas, le habla de sus animales y que está a punto de graduarse como veterinaria y zootecnista. En cambio a José Luis le duele mucho el secuestro del papá, como a todos, pero él no lo ha superado y en sus mensajes deja ver toda esa tristeza, toda la falta que le ha hecho el papá", dice Carmenza Mendieta, hermana del coronel.

El sargento César Augusto Lasso, el coronel Luis Mendieta y el mayor Enrique Murillo, son los únicos policías que quedaron secuestrados por las Farc luego de la toma a la ciudad de Mitú. Los demás fueron liberados y otros dos, Julián Ernesto Guevara Castro y Luis Hernando Peña Bonilla, murieron en cautiverio, el primero víctima de las fiebres y las enfermedades de la selva. El segundo, con un tiro de gracia luego de que lo abandonara la cordura y la guerrilla prefiera asesinarlo en vez de entregárselo a su familia.

Carmenza Mendieta dice que para esta Navidad tendrán que comprar una olla de fondo grande, pues están seguros de que su hermano será liberado pronto.

"Siempre cuando él llegaba de comisión le reclamaba a mi mamá un puchero, ese es su plato favorito. Le fascinan los postres y que no le falte la serenata con mariachis. Aunque ahora también le gusta mucho la música llanera y la salsa. Pinchao nos dijo que le había enseñado unos pasitos en cautiverio".

"Es que ellos volvieron a ser niños en la selva. Cuando lo liberaron, Javier Rodríguez nos contó que cuando estuvo con mi hermano jugaban mucho con Alan Jara, cartas, ajedrez, juegos de mesa que ellos mismo elaboraban", cuenta Carmenza.

Rubén, por su lado, dice que de César no han recibido pruebas de vida desde hace cinco años.

"Pinchao e Íngrid nos dijeron que él está bien de salud pero necesitamos que esté aquí. Que los guerrilleros se entreguen y nos devuelvan a mi hermano para que este año arme el pesebre y haga la novena con nosotros. Siempre hay una melancolía entre nosotros".

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