x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

LA CELESTINA DE SANTOS

  • LA CELESTINA DE SANTOS |
    LA CELESTINA DE SANTOS |
02 de junio de 2012
bookmark

Fue un jueves, a mediados de mayo. A la salida de un evento cultural tomamos un taxi de regreso a casa. El espíritu alegre y renovado, todavía alucinado por la majestuosidad del espectáculo, se recreaba en la certeza de una cama amplia que nos esperaba para darle al cuerpo el descanso que pedía a gritos. Era la culminación ideal de una noche perfecta, pero la cara del taxista nos recordó a Mafalda al bajarse de un columpio: "Cada vez que uno pone los pies sobre la tierra se acaba la diversión". ¡Adiós, señora felicidad!

Aunque la noche era fría, él resoplaba como quien sufre de un calor intenso. Con una mano accionaba la cabrilla y con la otra, ayudado por dos billetes de dos mil, se abanicaba. "¿Me pueden creer?", dijo mientras nos miraba por el retrovisor. "Estoy dándole chancleta a este carro desde las cinco de la mañana y esto es lo que tengo", -nos mostró cuatro mil pesos-. "Ya liquidé, "tanquié", hice lavar el carro, pero tengo cuatro mil pesos. En un paquete de arepas y una bolsa de leche se acaba la plata. Las deudas me acosan, la nevera está vacía, los servicios públicos se van de tijera, no tengo los pasajes de mi hija ni mucho menos la mensualidad del colegio". ¡Bienvenida, señora angustia!

Por más que intentamos levantarle el ánimo con argumentos de positivismo y mejores días por venir, fue inútil. Cada argumento fue derribado por una sobredosis de realismo irrefutable. ¡Y eso que estábamos ante un empleado! Qué dirán, entonces, los vendedores de aguacates con megáfono, los de varitas de incienso, los que no han podido obtener la libreta militar para aspirar a un empleo y los cientos de miles que cada mañana se amarran los zapatos y quedan desocupados.

Sin embargo, según la última encuesta del Dane, la gente mejoró su calidad de vida. La frase parece una marca de agua impresa eternamente en los resultados del estudio, como un postigo abierto a la esperanza que se cierra de golpe en las narices pocos renglones después: "Sólo 53 de cada 100 hogares alcanzan a cubrir los gastos mínimos de manutención". ¿Mejor calidad de vida en pisos de tierra, sin agua potable y con el futuro más embolatado que el almuerzo de mañana del taxista de esta historia? Permítanme dudarlo.

La distancia entre los dos, ricos y pobres, es cada día más grande. Por más que haya crecimiento económico, mínimo un televisor en cada hogar y la mayoría de los colombianos tengan celular, la desigualdad sigue haciendo de las suyas.

Coincidencialmente, ese mismo día el presidente Santos apareció en los medios, con su sonrisa estirada y tiesa de muñeco de ventrílocuo, y le anunció al país otra buena nueva: "La reducción de la pobreza al 34,1 por ciento en 2011, que equivale a un millón doscientos mil pobres menos", que acaban siendo los menos pobres de los más pobres, pero no un millón de ricos más.

¡Ja! Qué risa me dan el optimismo de los números y las conclusiones de la estadística, la más celestina de los intereses creados.

¿Buscando trabajo?
Crea y registra tu hoja de vida.

Te puede interesar

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD