Lo que inició, al parecer, como una quema de pastos por parte de cazadores locales para sacar de sus escondites y cazar la tortuga icotea, terminó en una tragedia ambiental que hasta anoche afectaba más de 3.800 hectáreas de bosque tropical y cultivos de pancoger en el municipio de Unguía, Chocó.
Así lo reconoce el Gobernador, Efrén Palacios, quien se lamenta por la escasa colaboración del Gobierno central es una crisis que ayer ajustó nueve días, sin que haya sido posible sofocar las llamas.
“Ha habido un poco de abandono, la explicación del Gobierno Nacional es que para estas intervenciones necesitan las coordenadas, y les llegaron tarde”, dijo.
Las llamas se concentran en selvas ancestrales, con especial fuerza en la ciénaga de Unguía, donde varias familias de Palo Blanco tuvieron que ser evacuadas cuando el fuego llegó a sus patios y arrasó sus cultivos.
El casco urbano de Unguía se salvó porque, por fortuna, cuando el incendio avanzaba hacia el pueblo, los vientos cambiaron de rumbo y se llevaron las llamas, comentó Juan Arturo Gómez, habitante de la región quien expresó su pesar por la destrucción de las selvas ancestrales de su pueblo.
Al lado está el Parque Natural Nacional Los Katíos. Su director, Santiago Duarte, dice que las pérdidas ecológicas son incalculables. En el área habitan jaguares, manatíes, dantas, simios, cientos de especies de aves y arbóreas como los panganales y el arracachal.
Esto sin contar la enorme afectación a la pesca, pues las ciénagas y manglares sirven como zonas de desove para numerosas peces. El pescador Juan Carlos Machado comenta que la llamarada llegó a las orillas del bosque, donde usualmente se lanzan los anzuelos, y que los peces huyeron de allí.
Vecinos sostienen que los fuertes vientos llevaron el fuego al otro lado del Atrato por lo que ahora también se afecta la selva antioqueña.
El general Rubén Alzate, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán del Ejército, precisa que el fuego no es generalizado, sino que hay focos localizados que ya detectaron desde el aire.
Además del factor humano, se emplearán helicópteros equipados con bamby buck, recipientes para descargar de 1.590 a 2.500 litros de agua sobre el bosque ardiente.
El Colombiano recorrió la ciénaga y constató que, en promedio, cada hora se abre un nuevo foco de llamas. El humo se esparce por la vegetación y dificulta respirar a las comunidades. Hasta ahora, los lugareños enfrentan solos ese infierno.